Los últimos años nos han devuelto al Bob Dylan mito. A esa leyenda forjada en la década de los 60 que fue mucho más que un icono musical. Una colección de excelentes discos ha obrado el milagro de la “resurrección” artística de Dylan. Unos álbumes que repasamos en este artículo
JUANJO ORDÁS
Efe Eme
La resurrección que Dylan experimentó mediante “Oh mercy” (su disco de 1989 y que él mismo bien narró en su libro “Crónicas”) fue solo la punta del iceberg. A este le siguieron un homenaje masivo en el MSG, un trabajo de buen nivel como “Under the blood red sky” y los interesantes “Good as I been to you” y “World gone wrong”, sus primeros discos folk desde 1964 (¡Dylan de nuevo solo con su guitarra cantando versiones ajenas!). A esto hay que sumar un necesario MTV Unplugged, que presentó la leyenda a las nuevas generaciones hipnotizadas unos pocos años antes por los sonidos acústicos de Nirvana.
Pero todo este material fue un simplemente el preámbulo. Dylan comenzó a firmar sus producciones bajo el pseudónimo de Jack Frost (tan solo se apoyó en Daniel Lanois para “Time out of mind”, cuya primera colaboración fue “Oh mercy”), grabando auténticas delicias.
“TIME OUT OF MIND” (1997)
Crepuscular y atmosférico, “Time out of mind” es un disco más natural que meditado. La mano del productor Daniel Lanois revistió las nuevas canciones de Dylan en siete años de un ambiente entre terrenal y etéreo. Y es que uno puede imaginarse a Dylan y sus músicos tocando en cualquier lugar salvo en un estudio de grabación, acariciando las canciones con enérgica relajación, con severa suavidad. No es nada nuevo decir que “Time out of mind” es magnífico, un ente musical parido por una figura mítica que regresaba, finalmente, a lo más alto de la torre de la canción.
La melancolía tiñe el trabajo de principio a fin. A nivel lírico, Dylan toma el dolor sentimental y la mortalidad como temas principales, dando con letras desgarradoras en las que abre su alma de par en par, un alma dolida pero sanada por el exorcismo musical. El inicio con ‘Love sick’ no deja lugar a segundas interpretaciones, sosteniéndose sobre unas intermitentes y fantasmales notas, su vieja, nasal y rota voz, más hermosa y verdadera que nunca, aulla: “Estoy caminando/A través de calles muertas/Caminando/Contigo en mi cabeza”. Primera confidencia, primera canción memorable de las once que forman el disco.
A nivel musical, el de Minessota juega tocando tres palos: El blues (‘Million miles’, ‘’Til I felt in love with you’), el rock dinámico (‘Dirt old road’, ‘Cold irons bound’, ‘Can’t wait’) y la balada romántica (‘Make you feel my love’, ‘Standin’ in the doorway’), todos ellos géneros investidos de un espectral barniz. Es complejo escoger una canción que resuma un disco tan magnánimo, pero qué duda cabe de que la lenta ‘Not dark yet’ es uno de los grandes momentos, una mirada a la mortalidad, a una vida aún por finalizar pero cuyo sendero se ha recorrido en gran parte.
Todas las canciones de “Time out of mind” parecen ser capaces de tirar de los invisibles hilos que mueven el corazón, removiendo el alma con cada una de sus notas, con cada una de las palabras que Dylan pronuncia, como una suave brisa.
El punto final (solo antes de volver a escucharlo de nuevo, claro que sí) llega con ‘Highlands’, una pieza narrativa de dieciséis minutes de duración, en la cual Dylan demuestra que, tras una generosa cantidad de canciones, es capaz de continuar reteniendo al oyente todo el tiempo que le plazca. Quizá no se quiera quedar solo y sabe que ninguna compañía mejor que la suya a nivel musical.
“LOVE AND THEFT” (2001)
Disco totalmente distinto a “Time out of mind”. Esta vez, Dylan plantea un viaje a través de la Norteamérica de principos de siglo veinte, esta vez con bastante ironía y mucha más luminosidad que en su predecesor. Así, el rock and roll sale fortalecido con canciones como ‘Tweedle Dee & Tweedle Dum’ o la cincuentona ‘Summer days’ (ambas superiores en energía a ‘Dirt old road’ su precursora en “Time out of mind”) aunque no fuera el género principal. En “Love and theft” Dylan le entra con ganas al vodevil y al cabaret en ‘Bye and bye’ y en ‘Floater (too much to ask)’, al blues una vez más como forma de expresión (‘Lonsome day blues’) y al folk prehistótico (‘High water’) casi desde una perspectiva antropológica. Pero el Dylan melódico y enamorado se hace cargo de ‘Moonlight’, una delicada pieza de jazz vocal popular que parece compuesta en tiempos pretéritos. Al igual que en la folkie ‘Sugar baby’, en ‘Moonlight’ la reverberación en la voz de Dylan confiere un tono fantasmal a su interpretación que nos hace pensar en un espectral cantante vocalizando desde unos EE.UU. ya desaparecidos.
En su conjunto, el disco es inferior a “Time out of mind”, no forma un bloque tan sólido, aunque en absoluto se trata de una obra menor. Simplemente las canciones empastan menos entre sí, por lo que es más fácil que algunas piezas destaquen sobre otras. Tal es el caso de la sublime ‘Mississippi’ (el aporte más melancólico del disco, al fin y al cabo se trata de un descarte de “Time out of mind”), del salvaje rock ‘Honest with me’ (con un gran riff y una pulsación desenfrenada) y de ‘Po’ boy’ (un blues silvestre cuya sección rítmica se rompe y recompone a voluntad con Dylan como capitán del viaje). No, “Love and theft” no tiene la profundidad ni el empaque de “Time out of mind”, pero sí es más vigoroso y liviano.
Líricamente Dylan se exhibe menos, o al menos no tan a la vista. Evidentemente las letras están trabajadas, pero se sienten mucho más espontáneas (al igual que la música). Para tratarse de un disco luminoso, son varios los enigmas que encierra. ¿Quiénes son los hermanos Dun? ¿Quién es el enamorado en ‘Bye and bye’? ¿Acaso no se trata de una persona? Todo mientras es obligado reparar en los paisajes descritos en la poética ‘Moonlight’.
“MODERN TIMES” (2006)
Otro disco magnífico. Esta vez más contundente que los dos anteriores, con un sonido más robusto y grueso. De nuevo, se revisitan musicas antediluvianas pero esta vez desde una perspectiva mucho más rockera.
Dylan, cada vez parece disfrutar más incluyendo unas pocas piezas en las que, en cierta forma, se acerca a los planteamientos del crooner. En este caso, se basa en una vieja canción de Bing Crosby para crear ‘When the deal goes down’ (hablar de plagio es estúpido) y regala también un nuevo vodevil como es ‘Spirit on the water’ (que se podría situar tranquilamente en “Love and theft”) y un jazz vocal en ‘beyond the horizon’.
Claro, que hablamos de un disco de rock and roll que saltea las piezas más delicadas con potentes latigazos. La inicial ‘Thunder on the mountain’ vibra con fuerza (incluso se pueden escuchar dos solos de guitarra al unisono), igual que ‘Rollin’ and tumblin’ y ‘Someday baby’. En parte, Dylan retoma la tradición blues de reescribir canciones y adueñarse de ellas, nada extraño ni reprochable, especialmente cuando la originalidad pesa tanto como en este caso. Sí es cierto que el músico basó algunas frases en poesías del escritor del siglo diecinueve Henry Timrod, ¡pero no dejaban de ser unas pocas frases readaptadas!
Al margen del rock and roll, “Modern times” gana la profundidad de la que “Love and thef” adolecía gracias a tres piezas de gran calado emocional. ‘Working ma blues # 2’, ‘Nettie Moore’ y ‘Ain’t talking’ son liberadas en la segunda mitad del disco, dotándole de una ingente sensibilidad. Se trata de canciones melancólicas, tristes y taciturnas, tres canciones que demuestran que Dylan no solo disfruta poniéndole letra a viejos géneros, sino que aún es capaz de componer enormes canciones. El resto de las canciones son el nervio y hueso del disco, pero esta triada era el alma.
Líricamente, Dylan escupe frases con su clásico fraseo, con su rapidez y habilidad. Letras entre la energía y el romanticismo, reflejando la figura del viajero en que se ha convertido gracias a vida gitana de su Never Ending Tour, añorando, explotando, viviendo y sintiendo. Se aprecia la distancia del ser querido, el orgullo de la carretera, sin dejar de lado la mortalidad. El nuevo y viejo decálogo, cada vez más romántico.
Un punto importante es su nueva querencia por el piano. En las fechas anteriores a la grabación del disco –se supone que por una lesión que le impedía tocar la guitarra– ya se presentaba en escena sobre las teclas y en este trabajo también se encarga de ellas con bastante soltura.
“TELL TALE SIGNS” (2008)
No es el único recopilatorio de rarezas que Dylan ha editado durante su nueva juventud (de hecho es el volumen ocho) pero sí es el que abarca las piezas sobrantes de los discos que nos ocupan. Se trata de un doble CD (triple en su edición de lujo) que aglutina auténticas joyas desde las sesiones de “Oh mercy” hasta las de “Modern times”. Sorprende que Dylan apartara algunas de estas canciones del disco de turno, aunque no es la primera vez que deja fuera de la edición oficial grandes canciones. En cualquier caso, “Tell tale signs” es una envidiable muestra de poderío y genio. Las versiones de ‘Dignity’ superan a cualquiera que se haya editado antes, ‘Most of the time’ es muchísimo mejor que la que hizo en “Oh mercy”, igual que la versión incluida de ‘Someday baby’, aún más interesante que la que registró en “Modern times”.
Es interesantísimo escuchar las versiones de ‘Mississippi’ y contemplar como la canción probó distintos atuendos, disfrutar de canciones inéditas (‘Red river shore’, ‘Dreamin’ of you’), revisitar la desnudez de ‘World gone wrong (’32-20 blues’)’ y celebrar temas desperdigados en bandas sonoras. También se incluyen excelentes tomas en vivo –incluyendo versiones como ‘Cocaine blues’– que hacen anhelar un doble en directo.
No tendría sentido comenzara escuchar al “nuevo Dylan” con este “Tell tale signs”, aunque sí es el complemento ideal a los discos comentados hasta este punto.
“TOGETHER THROUGH LIFE” (2009)
Se acabó el muestrario antropológico musical. Ahora es el turno del rock sucio y grasiento, del rock tabernero. “Together through life” es un trabajo fronterizo, con un pie en México y otro en EE.UU., podría decirse que es el disco de cantina de Dylan, quien para la ocasión coescribe todas las letras junto a Robert Hunter (letrista de Grateful Dead) a excepción de una canción. No es un disco tan sumamente brillante como sus tres predecesores, aunque se trata de un buen trabajo, tan espontáneo como “Love and theft”.
El arranque es brutal, con el denso groove de ‘Beyond here lies nothing’, una canción de tasca de carretera con la que se da el pistoletazo de salida a un disco con cierto leve toque cinematográfico. No en vano, la chispa del álbum se encendió por un encargo que el Director Olivier Dahan le hizo a Dylan, petición que se materializó en la canción ‘Life is hard’ pero que provocó la llegada de nuevas compañeras que dieron forma a un disco entero.
“Together through life” tiene el mérito de introducir nuevas sonoridades en el universo musical dylaniano, y es que el acordeón de David Hidalgo (Los Lobos) se incorpora como instrumento de refencia a lo largo de todas las canciones (‘If you ever go to Houston’ es un buen ejemplo), al igual que la guitarra de Mike Campbell (Tom Petty and The Heartbreakers). Esto aporta un nuevo sabor a canciones bien construidas (la taciturna ‘Forgetful heart’ es colosal, quizá la mejor del disco) que navegan a ratos entre litros de alcohol y sudor (‘Shake shake mama’).
Cuando la cantina cierra y la luz golpea los ojos llegan la soleada ‘If you ever go to Houston’, ‘My wife’s hometown’ y ‘Life’s hard’, esta última destacable por la sensible interpretación de un Dylan que sigue jugando con su faceta de crooner y que sorprende con registros inéditos en su voz.
Las canciones empastan entre sí a la perfección, unidas por cierta presión sonora, como si los instrumentos estuvieran a punto de chocar unos con otros en un espacio reducido. La forma en que llegan a doblarse acordeón y guitarras llega a ser magistral, aunque quizá el primero de los instrumentos llegue a saturar demasiado una pieza como ‘If you ever go to Houston’
Para comprender “Together through life” hay que voltear el disco y atender a su contraportada, con esos músicos mexicanos (¿texanos?) sentados alrededor de una mesa de madera. Mejor explicación, imposible.
“CHRISTMAS IN THE HEART” (2009)
Que Dylan recientemente se desmarcara con un disco navideño no es tan extraño como pueda parecer. “Christmas in the heart” documenta a un músico aportando su granito de arena a un tipo de grabación que en EEUU es un género en si mismo que puede dar grandes colecciones de canciones que, evidentemente, pierden su sentido más allá de las señalas fechas (puestos a citar algún ejemplo reciente, hace unos años los americanos Marah editaron un disco navideño francamente bueno). Y cuando uno abre el disco se encuentra a Betty Page como ilustre contraportada es obvio que este el maestro se ha tomado esta grabación como algo serio aunque alegre y distendido (algo corroborado por el reciente estreno del hilarante videoclip de ‘Must be Santa’).
Aquel que vea en este trabajo algo más que un divertimento se está equivocando, tanto los que creen que Dylan está siendo irónico como los que piensan que se trata de un típico deje yanqui. Ni lo uno ni lo otro, se trata simplemente de un disco ameno grabado con esa intención. Al fin y al cabo estamos hablando de folk, por muy atado que este a unas costumbres que, dicho sea, cada vez son más universales al margen de creencias religiosas.
Lo interesante de “Christmas in the heart” no solo viene de la mano de aquellos temas populares que Dylan se encarga de arreglar (‘Hark the herald angels sing’, ‘O’ come all ye faithfull’, ‘The first Noel’ y ‘O little town of Bethlehem’), sino de la forma en que conjuga su voz con la de las coristas. Y funciona , se trata de un repertorio de versiones de clásicos entre los que destaca ‘Do you hear what i hear’ aunque en ocasiones pueda ser extraño escucharle entonar ‘The little drum boy’. En cualquier caso, un buen ejercicio.
Pero todo este material fue un simplemente el preámbulo. Dylan comenzó a firmar sus producciones bajo el pseudónimo de Jack Frost (tan solo se apoyó en Daniel Lanois para “Time out of mind”, cuya primera colaboración fue “Oh mercy”), grabando auténticas delicias.
“TIME OUT OF MIND” (1997)
Crepuscular y atmosférico, “Time out of mind” es un disco más natural que meditado. La mano del productor Daniel Lanois revistió las nuevas canciones de Dylan en siete años de un ambiente entre terrenal y etéreo. Y es que uno puede imaginarse a Dylan y sus músicos tocando en cualquier lugar salvo en un estudio de grabación, acariciando las canciones con enérgica relajación, con severa suavidad. No es nada nuevo decir que “Time out of mind” es magnífico, un ente musical parido por una figura mítica que regresaba, finalmente, a lo más alto de la torre de la canción.
La melancolía tiñe el trabajo de principio a fin. A nivel lírico, Dylan toma el dolor sentimental y la mortalidad como temas principales, dando con letras desgarradoras en las que abre su alma de par en par, un alma dolida pero sanada por el exorcismo musical. El inicio con ‘Love sick’ no deja lugar a segundas interpretaciones, sosteniéndose sobre unas intermitentes y fantasmales notas, su vieja, nasal y rota voz, más hermosa y verdadera que nunca, aulla: “Estoy caminando/A través de calles muertas/Caminando/Contigo en mi cabeza”. Primera confidencia, primera canción memorable de las once que forman el disco.
A nivel musical, el de Minessota juega tocando tres palos: El blues (‘Million miles’, ‘’Til I felt in love with you’), el rock dinámico (‘Dirt old road’, ‘Cold irons bound’, ‘Can’t wait’) y la balada romántica (‘Make you feel my love’, ‘Standin’ in the doorway’), todos ellos géneros investidos de un espectral barniz. Es complejo escoger una canción que resuma un disco tan magnánimo, pero qué duda cabe de que la lenta ‘Not dark yet’ es uno de los grandes momentos, una mirada a la mortalidad, a una vida aún por finalizar pero cuyo sendero se ha recorrido en gran parte.
Todas las canciones de “Time out of mind” parecen ser capaces de tirar de los invisibles hilos que mueven el corazón, removiendo el alma con cada una de sus notas, con cada una de las palabras que Dylan pronuncia, como una suave brisa.
El punto final (solo antes de volver a escucharlo de nuevo, claro que sí) llega con ‘Highlands’, una pieza narrativa de dieciséis minutes de duración, en la cual Dylan demuestra que, tras una generosa cantidad de canciones, es capaz de continuar reteniendo al oyente todo el tiempo que le plazca. Quizá no se quiera quedar solo y sabe que ninguna compañía mejor que la suya a nivel musical.
“LOVE AND THEFT” (2001)
Disco totalmente distinto a “Time out of mind”. Esta vez, Dylan plantea un viaje a través de la Norteamérica de principos de siglo veinte, esta vez con bastante ironía y mucha más luminosidad que en su predecesor. Así, el rock and roll sale fortalecido con canciones como ‘Tweedle Dee & Tweedle Dum’ o la cincuentona ‘Summer days’ (ambas superiores en energía a ‘Dirt old road’ su precursora en “Time out of mind”) aunque no fuera el género principal. En “Love and theft” Dylan le entra con ganas al vodevil y al cabaret en ‘Bye and bye’ y en ‘Floater (too much to ask)’, al blues una vez más como forma de expresión (‘Lonsome day blues’) y al folk prehistótico (‘High water’) casi desde una perspectiva antropológica. Pero el Dylan melódico y enamorado se hace cargo de ‘Moonlight’, una delicada pieza de jazz vocal popular que parece compuesta en tiempos pretéritos. Al igual que en la folkie ‘Sugar baby’, en ‘Moonlight’ la reverberación en la voz de Dylan confiere un tono fantasmal a su interpretación que nos hace pensar en un espectral cantante vocalizando desde unos EE.UU. ya desaparecidos.
En su conjunto, el disco es inferior a “Time out of mind”, no forma un bloque tan sólido, aunque en absoluto se trata de una obra menor. Simplemente las canciones empastan menos entre sí, por lo que es más fácil que algunas piezas destaquen sobre otras. Tal es el caso de la sublime ‘Mississippi’ (el aporte más melancólico del disco, al fin y al cabo se trata de un descarte de “Time out of mind”), del salvaje rock ‘Honest with me’ (con un gran riff y una pulsación desenfrenada) y de ‘Po’ boy’ (un blues silvestre cuya sección rítmica se rompe y recompone a voluntad con Dylan como capitán del viaje). No, “Love and theft” no tiene la profundidad ni el empaque de “Time out of mind”, pero sí es más vigoroso y liviano.
Líricamente Dylan se exhibe menos, o al menos no tan a la vista. Evidentemente las letras están trabajadas, pero se sienten mucho más espontáneas (al igual que la música). Para tratarse de un disco luminoso, son varios los enigmas que encierra. ¿Quiénes son los hermanos Dun? ¿Quién es el enamorado en ‘Bye and bye’? ¿Acaso no se trata de una persona? Todo mientras es obligado reparar en los paisajes descritos en la poética ‘Moonlight’.
“MODERN TIMES” (2006)
Otro disco magnífico. Esta vez más contundente que los dos anteriores, con un sonido más robusto y grueso. De nuevo, se revisitan musicas antediluvianas pero esta vez desde una perspectiva mucho más rockera.
Dylan, cada vez parece disfrutar más incluyendo unas pocas piezas en las que, en cierta forma, se acerca a los planteamientos del crooner. En este caso, se basa en una vieja canción de Bing Crosby para crear ‘When the deal goes down’ (hablar de plagio es estúpido) y regala también un nuevo vodevil como es ‘Spirit on the water’ (que se podría situar tranquilamente en “Love and theft”) y un jazz vocal en ‘beyond the horizon’.
Claro, que hablamos de un disco de rock and roll que saltea las piezas más delicadas con potentes latigazos. La inicial ‘Thunder on the mountain’ vibra con fuerza (incluso se pueden escuchar dos solos de guitarra al unisono), igual que ‘Rollin’ and tumblin’ y ‘Someday baby’. En parte, Dylan retoma la tradición blues de reescribir canciones y adueñarse de ellas, nada extraño ni reprochable, especialmente cuando la originalidad pesa tanto como en este caso. Sí es cierto que el músico basó algunas frases en poesías del escritor del siglo diecinueve Henry Timrod, ¡pero no dejaban de ser unas pocas frases readaptadas!
Al margen del rock and roll, “Modern times” gana la profundidad de la que “Love and thef” adolecía gracias a tres piezas de gran calado emocional. ‘Working ma blues # 2’, ‘Nettie Moore’ y ‘Ain’t talking’ son liberadas en la segunda mitad del disco, dotándole de una ingente sensibilidad. Se trata de canciones melancólicas, tristes y taciturnas, tres canciones que demuestran que Dylan no solo disfruta poniéndole letra a viejos géneros, sino que aún es capaz de componer enormes canciones. El resto de las canciones son el nervio y hueso del disco, pero esta triada era el alma.
Líricamente, Dylan escupe frases con su clásico fraseo, con su rapidez y habilidad. Letras entre la energía y el romanticismo, reflejando la figura del viajero en que se ha convertido gracias a vida gitana de su Never Ending Tour, añorando, explotando, viviendo y sintiendo. Se aprecia la distancia del ser querido, el orgullo de la carretera, sin dejar de lado la mortalidad. El nuevo y viejo decálogo, cada vez más romántico.
Un punto importante es su nueva querencia por el piano. En las fechas anteriores a la grabación del disco –se supone que por una lesión que le impedía tocar la guitarra– ya se presentaba en escena sobre las teclas y en este trabajo también se encarga de ellas con bastante soltura.
“TELL TALE SIGNS” (2008)
No es el único recopilatorio de rarezas que Dylan ha editado durante su nueva juventud (de hecho es el volumen ocho) pero sí es el que abarca las piezas sobrantes de los discos que nos ocupan. Se trata de un doble CD (triple en su edición de lujo) que aglutina auténticas joyas desde las sesiones de “Oh mercy” hasta las de “Modern times”. Sorprende que Dylan apartara algunas de estas canciones del disco de turno, aunque no es la primera vez que deja fuera de la edición oficial grandes canciones. En cualquier caso, “Tell tale signs” es una envidiable muestra de poderío y genio. Las versiones de ‘Dignity’ superan a cualquiera que se haya editado antes, ‘Most of the time’ es muchísimo mejor que la que hizo en “Oh mercy”, igual que la versión incluida de ‘Someday baby’, aún más interesante que la que registró en “Modern times”.
Es interesantísimo escuchar las versiones de ‘Mississippi’ y contemplar como la canción probó distintos atuendos, disfrutar de canciones inéditas (‘Red river shore’, ‘Dreamin’ of you’), revisitar la desnudez de ‘World gone wrong (’32-20 blues’)’ y celebrar temas desperdigados en bandas sonoras. También se incluyen excelentes tomas en vivo –incluyendo versiones como ‘Cocaine blues’– que hacen anhelar un doble en directo.
No tendría sentido comenzara escuchar al “nuevo Dylan” con este “Tell tale signs”, aunque sí es el complemento ideal a los discos comentados hasta este punto.
“TOGETHER THROUGH LIFE” (2009)
Se acabó el muestrario antropológico musical. Ahora es el turno del rock sucio y grasiento, del rock tabernero. “Together through life” es un trabajo fronterizo, con un pie en México y otro en EE.UU., podría decirse que es el disco de cantina de Dylan, quien para la ocasión coescribe todas las letras junto a Robert Hunter (letrista de Grateful Dead) a excepción de una canción. No es un disco tan sumamente brillante como sus tres predecesores, aunque se trata de un buen trabajo, tan espontáneo como “Love and theft”.
El arranque es brutal, con el denso groove de ‘Beyond here lies nothing’, una canción de tasca de carretera con la que se da el pistoletazo de salida a un disco con cierto leve toque cinematográfico. No en vano, la chispa del álbum se encendió por un encargo que el Director Olivier Dahan le hizo a Dylan, petición que se materializó en la canción ‘Life is hard’ pero que provocó la llegada de nuevas compañeras que dieron forma a un disco entero.
“Together through life” tiene el mérito de introducir nuevas sonoridades en el universo musical dylaniano, y es que el acordeón de David Hidalgo (Los Lobos) se incorpora como instrumento de refencia a lo largo de todas las canciones (‘If you ever go to Houston’ es un buen ejemplo), al igual que la guitarra de Mike Campbell (Tom Petty and The Heartbreakers). Esto aporta un nuevo sabor a canciones bien construidas (la taciturna ‘Forgetful heart’ es colosal, quizá la mejor del disco) que navegan a ratos entre litros de alcohol y sudor (‘Shake shake mama’).
Cuando la cantina cierra y la luz golpea los ojos llegan la soleada ‘If you ever go to Houston’, ‘My wife’s hometown’ y ‘Life’s hard’, esta última destacable por la sensible interpretación de un Dylan que sigue jugando con su faceta de crooner y que sorprende con registros inéditos en su voz.
Las canciones empastan entre sí a la perfección, unidas por cierta presión sonora, como si los instrumentos estuvieran a punto de chocar unos con otros en un espacio reducido. La forma en que llegan a doblarse acordeón y guitarras llega a ser magistral, aunque quizá el primero de los instrumentos llegue a saturar demasiado una pieza como ‘If you ever go to Houston’
Para comprender “Together through life” hay que voltear el disco y atender a su contraportada, con esos músicos mexicanos (¿texanos?) sentados alrededor de una mesa de madera. Mejor explicación, imposible.
“CHRISTMAS IN THE HEART” (2009)
Que Dylan recientemente se desmarcara con un disco navideño no es tan extraño como pueda parecer. “Christmas in the heart” documenta a un músico aportando su granito de arena a un tipo de grabación que en EEUU es un género en si mismo que puede dar grandes colecciones de canciones que, evidentemente, pierden su sentido más allá de las señalas fechas (puestos a citar algún ejemplo reciente, hace unos años los americanos Marah editaron un disco navideño francamente bueno). Y cuando uno abre el disco se encuentra a Betty Page como ilustre contraportada es obvio que este el maestro se ha tomado esta grabación como algo serio aunque alegre y distendido (algo corroborado por el reciente estreno del hilarante videoclip de ‘Must be Santa’).
Aquel que vea en este trabajo algo más que un divertimento se está equivocando, tanto los que creen que Dylan está siendo irónico como los que piensan que se trata de un típico deje yanqui. Ni lo uno ni lo otro, se trata simplemente de un disco ameno grabado con esa intención. Al fin y al cabo estamos hablando de folk, por muy atado que este a unas costumbres que, dicho sea, cada vez son más universales al margen de creencias religiosas.
Lo interesante de “Christmas in the heart” no solo viene de la mano de aquellos temas populares que Dylan se encarga de arreglar (‘Hark the herald angels sing’, ‘O’ come all ye faithfull’, ‘The first Noel’ y ‘O little town of Bethlehem’), sino de la forma en que conjuga su voz con la de las coristas. Y funciona , se trata de un repertorio de versiones de clásicos entre los que destaca ‘Do you hear what i hear’ aunque en ocasiones pueda ser extraño escucharle entonar ‘The little drum boy’. En cualquier caso, un buen ejercicio.