J.D. salinger, adiós a un creador legendario


JUAN MANUEL BORDÓN
Revista Ñ




Este miércoles, al otro lado del muro que lo separaba del resto del mundo desde hace ya más de medio siglo, murió J.D. Salinger. El autor de El guardián en el centeno (conocida en la Argentina como El cazador oculto), un ermitaño que había construido su leyenda con un puñado de obras maestras seguidas (y coronadas) por su decisión de no publicar más y escribir sólo "para sí mismo y para su propio placer", murió a los 91 años en su casa de Cornish, un pueblo de New Hampshire.

"Aunque se había roto la cadera en mayo, su salud había sido excelente hasta que tuvo una decaída repentina después de fin de año", informaron los representantes del escritor.

Jerome David Salinger nació el 1° de enero de 1919 en Manhattan. Su vida y obra lo convirtieron en el otro gran mito de la literatura estadounidense del siglo XX. Si Ernest Hemingway, al que conoció durante la Segunda Guerra Mundial, fue el dios turista y omnipresente al que las cámaras captaban de safari por Africa, tomando mojitos en La Habana o como reportero en el frente norte de la Guerra Civil Española, Salinger eligió la ruta Zen: desapareció por completo tras publicar una novela, dos volúmenes de cuentos y otros tantos relatos sueltos.

Nada se sabe ­más allá de algunos rumores­ de su obra posterior a 1965. Ese año publicó en la revista New Yorker un largo relato titulado "Happworth 16, 1924" y le dijo adiós a la imprenta. Hasta hace algunos años, cuando un fotógrafo lo descubrió a la salida de un supermercado, tampoco había fotografías suyas posteriores a esa época. "Hay una alegría maravillosa en no publicar. Es pacífico. Tranquilo. Publicar es una invasión terrible a mi privacidad", comentó en una breve entrevista que le concedió a The New York Times en 1974.

La punta del iceberg de lo que muchos creen es una obra monumental (sus biógrafos cuentan que siguió escribiendo casi doce horas diarias, una de sus amantes habló de varias novelas terminadas y su hija de al menos dos libros guardados en una caja fuerte) son la novela El guardián en el centeno (1951), los Nueve cuentos (1953), el par de nouvelles que integran Franny y Zooey (1961) y los relatos de Levantad carpinteros la viga maestra (1963), los únicos cuatro libros que publicó en vida. En los años posteriores también se negó a reeditar o ceder derechos de traducción de los relatos que había ido publicado hasta entonces en varias revistas estadounidenses.

Si hubiera que reducirla a un tema central, la gran obsesión de Salinger fue la fractura entre el mundo de la infancia y el de la vida adulta, con especial atención a esa etapa mutante (y emblemática del siglo XX) que viene a ser la adolescencia. De alguna manera, la tarea titánica que se impuso fue darle contenido al mito alegre, pero con fondo trágico, que inauguró a principios de siglo el Peter Pan de J.M. Barrie.

Salinger, al que de niño llamaban "Sonny", empezó a escribir cuentos a los quince años, cuando estudiaba en la academia militar Valley Forge, en Pennsylvania, la institución que le dio el único diploma que recibió en su vida.

Luego ingresaría a la Universidad de Columbia, donde cursó algunos talleres literarios antes de abandonar. En 1944, Salinger, que ya ha publicado algunos cuentos en revistas como Story, integra la cuarta división de la infantería del ejército estadounidense. El 6 de junio de ese año, apenas cinco horas después del histórico desembarco, él también toca la arena de las playas de Normandía. Su trabajo era entrevistar a los prisio[an error occurred while processing this directive]neros alemanes y franceses y tratar de descubrir si eran agentes de la Gestapo. Salinger continuó con las tropas a lo largo del avance sobre Alemania y, según su hija, incluso estuvo entre los primeros soldados estadounidenses en llegar a los campos de exterminio nazi.

Cuando regresa a Estados Unidos en 1946, tras una breve hospitalización y un igualmente breve matrimonio con una europea, Salinger ya trabaja en El guardián en el centeno. El título hace referencia al sueño recurrente de su joven protagonista: mientras un grupo de chicos juegan y corretean en un campo sembrado de centeno que los cubre completamente, él se imagina como un guardián que evita que caigan al acantilado vecino y los devuelve a su juego.

La novela protagonizada y narrada por Holden Caulfield, un adolescente insatisfecho e irónico que ve al mundo adulto como el terreno de la impostura, se publica en 1951. Ve la luz en la editorial Little, Brown, después de que el New Yorker se negara a publicar un fragmento y la editorial Harcourt Brace la rechazara. El libro, que al día de hoy lleva vendidos más de sesenta millones de ejemplares y está en el plan de lectura de todos los colegios estadounidenses, es un best-séller inmediato. A mediados de los cincuenta, con movimientos que salen a denunciar la alienación y el conformismo de la época, Caulfield es adoptado como un referente contracultural.

Aunque hay algunas excepciones, el grueso de la obra posterior gira en torno a la saga de los Glass, siete hermanos ­todos niños prodigios­ que alguna vez aparecieron en el programa radial "Es un niño sabio". Dos años después de El guardián..., Salinger publica "Un día perfecto para el pez banana" (más tarde incluido en Nueve cuentos), donde presenta y cuenta el misterioso suicidio de Seymour Glass, el mayor de los hermanos.

Con ese punto como centro, los relatos que protagonizan el resto de los hermanos, en buena parte aumentan el misterio de esa figura que para ellos era una suerte de santo, o sabio Zen. "Levantad carpinteros la viga maestra" (publicado originalmente en el New Yorker, en 1955), "Seymour. Una presentación" o su último cuento publicado, "Hapworth 16, 1924" (1965), son algunos ejemplos.

A partir de 1965, los cuentos que llegaban desde el lado de adentro de su refugio (adonde se había retirado en 1953) se detienen. Sus signos vitales hacia el exterior estarán marcadas por los juicios que les inicia a las editoriales que publican sin autorización su obra. En 2009, incluso le ganó un juicio por plagio a un escritor estadounidense, que firmaba como J.D. California, una continuación de la historia de Holden Caulfield. También hubo, claro, demandas contra sus biógrafos. La más resonante de ellas fue la que en 1984 le inició al crítico literario Ian Hamilton, que estaba escribiendo su biografía. Salinger logró que la justicia le impidiera citar o parafrasear una serie de cartas que él no quería publicar. Curiosamente, muchas de ellas trascienderon gracias a la transcripciones escritas del juicio, un giro irónico para este guardián de su intimidad.