Joseba Irazoki - Euria Ari Du: belleza y dureza post-folk sin dramas añadidos


PROBERTOJ
Hipersónica



A raíz de este Euria Ari Du de Joseba Irazoki, un amigo comentaba el otro día, en broma, la posibilidad de que Micah P. Hinson hubiese inventado parte de su pasado para atraer a la crítica ya los medios especializados.

Decía eso después de corroborar algo que yo también creo: que gran parte de la prensa musical sigue empeñada en fomentar la figura del artista maldito y doliente que en hablar de música. Si no tienes una trayectoria con morbo y dolor, no eres nadie, especialmente en estilos como el folk. Y las críticas de muchos discos hablan más de eso que de las canciones.

Pues bien, Joseba Irazoki, por suerte para él, pero por desgracia para su figura como músico, no tiene nada que vender en este sentido. Y, sin dolor de por medio, parece como si el mundo no quisiera ver. Y a los que sí vemos algo, nos queda el escaso remedio de apelar a la injusticia y al “si no fuera de aquí”... Escasa victoria para un disco como Euria Ari Du, la verdad.

Porque hay en el nuevo trabajo de Irazoki bastante más de lo que nos están dando algunos nombres afamado del folk cortavenas (perdonad la expresión, no es peyorativa) mundial. Para empezar, Euria Ari Du vence en la atmósfera del disco y creo que es algo fundamental para trabajos como éste.

De igual modo que las buenas películas de terror sólo te las crees si te agarran por el cuello y te implican en la “experiencia de verlas”, este álbum vence y convence por sus coros espectrales, sus eléctricas que encabritan canciones calmadas, su escasa dulzura (sólo en la hermosa ‘Le Bonheur est simple‘) y su matizada dureza.

Además de la atmósfera, a Euria Ari Du le sientan bien los toques de experimentación que entran en la típica receta folk. Los arreglos y las decisiones curiosas a la hora de maquillar las canciones (por ejemplo, el baqueteo de ‘Ohartzean‘ o los tonos más country de ‘Euria Ari Du‘) dan alas a un disco que no es simplemente otro más de folk, post-folk o como queráis llamarlo.

A ratos, de hecho, ni siquiera parece uno de ésos, sino un disco en el que Leonard Cohen y el ácido de los años 60 se dan la mano para poner música a poesía en Euskera. Si no os suena bien, puede que sea porque las palabras no le hacen justicia y porque quien escribe tiene miedo de empezar a tirar de tópicos que hagan desdeñar este disco con un injusto “otro más”.

El álbum, que Moonpalace ha rubricado con uno de sus habituales diseños pero que, además, también está en descarga gratuita. Dejarlo pasar es algo así como un pecado que os perseguirá a lo largo de todo este 2010. ¿Ya habéis olvidado los buenos propósitos?