La corrupción del capitalismo


Una recesión estructural afecta a los países periféricos de la UE, como España

ERNESTO EKAIZER
Público


A bote pronto, esta crónica puede evocar el escándalo de la falsificación de las cuentas públicas de Grecia, confirmado ayer en Bruselas, pero la idea es otra: se inspira en un libro del economista Richard Duncan que acaba de publicarse en Estados Unidos. 'La corrupción del capitalismo', en el que Duncan explica la "crisis estructural" de la economía.

"Esta crisis se incuba en los años sesenta del siglo pasado, cuando los políticos de EEUU abandonan los principios de la ortodoxia económica: los presupuestos equilibrados y el dinero sano, respaldados por el oro. Los grandes déficits presupuestarios cambiaron el funcionamiento de la economía y provocaron una transformación mundial que con el tiempo ha supuesto la desindustrialización de EEUU, dejando su economía altamente endeudada. El papel moneda revolucionó todas las relaciones económicas al promover la abundancia del crédito, un producto hasta entonces escaso. El Gobierno ya no tenía límites en su capacidad para gastar y el comercio internacional no necesitaba estar equilibrado. Los economistas pasaron por alto esta corrupción del capitalismo", explica Duncan. La crisis "no es cíclica, es estructural".

¿Por qué? Porque la economía norteamericana actualmente existente ya no es viable. "La dura verdad es que EEUU produce muy poco que el resto del mundo no pueda comprar más barato en los países emergentes, donde los salarios son un 95% más bajos", sostiene Duncan. La globalización ha resultado un bumerán.

La salida, explica Duncan, es muy difícil. "Keynes estaba en lo cierto al promover el gasto gubernamental durante una depresión. Pero como su recomendación no fue puesta en práctica durante su vida, no ha podido darnos una estrategia de salida [de los estímulos fiscales], una teoría de cómo destetar la economía del soporte vital del Gobierno. Por eso es necesario ahora llevar el análisis keynesiano un paso más adelante. Los estímulos no son suficientes. Se necesita una revisión estructural".

Si se mira la economía europea bajo este prisma, en la base de la crisis actual están los dese-quilibrios acumulados durante los diez años de existencia del euro, alimentados a su vez por las desigualdades de partida y la bomba de relojería que han representado las burbujas de la vivienda y del crédito (el atajo para conseguir una convergencia ficticia).

"¿Dónde quedan los países periféricos de la eurozona hoy día?", se pregunta Martin Wolf, comentarista de Financial Times. "En recesión estructural. En cierto punto tienen que reducir sus déficits fiscales. Sin las compensaciones monetarias o del tipo de cambio, eso seguramente empeorará la recesión causada por el colapso de una burbuja alimentada con el gasto privado. Peor, en los años de auge, estos países han perdido competitividad dentro de la eurozona. Esto era algo inherente en el sistema. Estos países están en una trampa: no pueden generar rápidamente un superávit exterior; no pueden restablecer el endeudamiento del sector privado y no están en condiciones de sostener fácilmente los déficits".

Es lo que pasa con España. Este debate, tan necesario, brilla por su ausencia. En cambio, sobran las pequeñas maniobras. Es verdad que Nicolas Sarkozy aprovechó el estallido de la crisis en septiembre de 2008 para impulsar un dramático intervencionismo que le dio momentánea popularidad. Pero el intento fallido de Zapatero de emularle con la farsa de un gobierno económico de Europa en los primeros días de la presidencia española debería servir para reflexionar: hay que ser sobrios. Por lo menos de aquí al 30 de junio.