GABRIEL LERMAN
La Vanguardia
Para poder disfrutar del último filme de Michael Haneke, La cinta blanca –que marcha a la cabeza en la carrera por el Oscar a la mejor película en habla no inglesa– hay que estar muy dispuesto a ver escenas desagradables. Si algo caracteriza al director alemán radicado en Austria es la falta de anestesia a la hora de retratar la realidad. Hijo de un director de cine y de una actriz, Haneke reparte su tiempo entre los platós y la universidad, donde teoriza sobre lo que luego aplicará en sus películas. Autor de La pianista, El tiempo del lobo y Caché, Haneke jugó con la tolerancia de los espectadores en la exitosa Funny games, que luego repitió diez años después en una versión hollywoodiense con Naomi Watts y Tim Roth. Rodada en blanco y negro, La cinta blanca retrata la Alemania de los días previos a la Primera Guerra Mundial.
La cinta blanca iba a ser una serie de televisión, ¿no?
Sí. Hace diez años escribí un guión para una miniserie en tres episodios, pero no conseguí el dinero para rodarla. Cuando surgió la posibilidad de retomar el proyecto en cine, tuve que acortar la historia y adaptar muchas cosas, para lo que recurrí al guionista Jean-Claude Carrière.
¿Le parece que esta es una típica historia alemana?
En cierta forma sí. Pero, aunque trata sobre la historia alemana de principios del siglo pasado, no quiero que se vea sólo así. Habla de muchas otras cosas. Por un lado, te muestra cómo se preparó el terreno para el surgimiento del fascismo y el nazismo. Aunque mi intención no fue sólo mostrar cómo surgió el nazismo en Alemania, sino cómo surgen los totalitarismos, de derecha o de izquierda, en cualquier parte del mundo. Incluso intenta denunciar el fascismo religioso. En cualquier sitio con represión, humillación, sufrimiento y agonía está abonado el terreno para que pueda desarrollarse el radicalismo. Hubo quien, al verla, pensó que se trataba de un filme en contra del protestantismo, lo que no podría ser más erróneo. Hay que verla con una mirada más amplia, porque lo que dice es que una idea puede ser buena o mala, institucionaliza, se vuelve peligrosa porque se convierte en ideología.
¿La cinta blanca provoca reacciones diferentes en cada país en que se proyecta?
Lo he observado, sí, aunque debo confesar que no suelo viajar con mi película por todo el mundo. Suscita reacciones diferentes basadas en distintas actitudes políticas, culturales y morales. Lo mismome pasa a mí. Viendo una película asiática no puedo ser objetivo sobre la calidad de la actuación porque no puedo ver los rostros de los asiáticos de la misma manera que si fueran alemanes.
¿Hay públicos que no terminan de entender su película?
No, todos la entienden, pero la toman de una manera diferente. Hay tantas películas posibles como espectadores en la sala. Es lo mismo que ocurre con un libro. Una película es una rampa que tiene que saltar el espectador, que es quien vive la experiencia.
¿Por qué decidió no incluir música más allá de la que puedan interpretar los personajes?
Yo hago películas realistas y en la vida real no hay música de fondo, a no ser que alguien haya puesto un disco, un CD, se escuche un DVD o alguien esté cantando…
¿Cuán complicado fue encontrar a los niños de su película?
Fue difícil. Lo que más me asustaba era que la gran maquinaria de la producción cinematográfica empezara a funcionar sin que yo hubiese encontrado a los niños. Vimos a unos siete mil candidatos. Me encanta trabajar con niños: con un niño actor de talento la experiencia es mucho más satisfactoria que con un adulto. Un niño no actúa, vive ese momento como si fuera el personaje y eso es lo que yo más disfruto.
Suele trabajar con los mismos actores una y otra vez…
Soy un director muy leal, y si he disfrutado de la experiencia de trabajar con un actor, siempre le llamo otra vez, así no tengo que empezar de cero y la relación es mucho más fuerte. Lo más importante es ganarte su confianza. El secreto para conseguir buenas interpretaciones es que se sienta cómodo contigo, así hará lo que sea para contentarte. Pero si tienes dudas, todo se vuelve más difícil. Yo no soy de darles muchas explicaciones a mis actores. Detesto los debates en el plató. Creo que todo lo que tengo que decirles sobre sus personajes está en el guión. No me interesa que el actor llegue al plató y se ponga a hablar de las motivaciones de su personaje o del contexto histórico, como haría en teatro. Por eso no sólo busco buenos actores, sino el mejor para cada papel.
¿Es posible la redención si un niño es torturado, tal como se muestra en su película?
Creo que el amor todo lo cura. Es la única forma de que un niño pueda sobrevivir al horror. Claro que yo no soy ni psiquiatra ni profeta. Es difícil responder a eso porque en definitiva se trata de un círculo vicioso. Alice Miller ha escrito brillantes trabajos sobre el círculo de la repetición en el abuso infantil. El adulto que ha sufrido abusos de niño siente la necesidad de repetir el abuso en sus niños. Miller logró escapar de este círculo vicioso siendo psiquiatra.
En su filme, todos los conflictos parecen una minucia cuando al final estalla la gran guerra. ¿Tiene una visión desesperanzada de la humanidad?
No. Alguna vez me preguntaron si todas mis películas apuntaban a lo mismo y dije que representaban la guerra cotidiana entre los seres humanos. La guerra entre esposo y esposa, entre amigos o entre los niños y sus padres. Esas pequeñas guerras pueden llevar a una guerra más grande. No necesariamente van a ser una consecuencia inmediata, pero creo firmemente que varias generaciones que libran pequeñas guerras desembocan tarde temprano en una guerra general.
¿En la Europa contemporánea podemos hallar la misma crueldad de la etapa preindustrial que se ve en la película?
No hay que ir muy lejos para encontrar el mismo nivel de represión. La cinta blanca no habla de un periodo en particular de la humanidad, el momento que muestra es sólo una metáfora.
Dice no hacer películas de género, pero tanto La cinta blanca como Funny games tienen elementos del cine de terror…
Suelo usar elementos del cine de género para encontrar mi propia voz. Funny games era más un thriller que un filme de terror.
¿Cómo describiría su cine? ¿Realista?
Exactamente. Yo soy un realista. Mucha gente me pregunta por qué me fascina el lado oscuro de los seres humanos, y la verdad es que no es así. Ese aspecto de la humanidad no me interesa particularmente. Pero cuando trato de ser realista, al retratar a los seres humanos siempre me encuentro con esos elementos. La realidad tiene un lado oscuro. No me queda otro remedio que lidiar con esas cosas. Por eso casi todas mis películas tienen violencia y crueldad, pero no es algo que busco deliberadamente.
Por qué nunca ha hecho comedias?
Por la misma razón que no le pediría a un zapatero que hiciera un sombrero. Pero me encantan las comedias inteligentes y disfruto mucho con Woody Allen. No hay muy buenas comedias en la historia del cine.
La cinta blanca iba a ser una serie de televisión, ¿no?
Sí. Hace diez años escribí un guión para una miniserie en tres episodios, pero no conseguí el dinero para rodarla. Cuando surgió la posibilidad de retomar el proyecto en cine, tuve que acortar la historia y adaptar muchas cosas, para lo que recurrí al guionista Jean-Claude Carrière.
¿Le parece que esta es una típica historia alemana?
En cierta forma sí. Pero, aunque trata sobre la historia alemana de principios del siglo pasado, no quiero que se vea sólo así. Habla de muchas otras cosas. Por un lado, te muestra cómo se preparó el terreno para el surgimiento del fascismo y el nazismo. Aunque mi intención no fue sólo mostrar cómo surgió el nazismo en Alemania, sino cómo surgen los totalitarismos, de derecha o de izquierda, en cualquier parte del mundo. Incluso intenta denunciar el fascismo religioso. En cualquier sitio con represión, humillación, sufrimiento y agonía está abonado el terreno para que pueda desarrollarse el radicalismo. Hubo quien, al verla, pensó que se trataba de un filme en contra del protestantismo, lo que no podría ser más erróneo. Hay que verla con una mirada más amplia, porque lo que dice es que una idea puede ser buena o mala, institucionaliza, se vuelve peligrosa porque se convierte en ideología.
¿La cinta blanca provoca reacciones diferentes en cada país en que se proyecta?
Lo he observado, sí, aunque debo confesar que no suelo viajar con mi película por todo el mundo. Suscita reacciones diferentes basadas en distintas actitudes políticas, culturales y morales. Lo mismome pasa a mí. Viendo una película asiática no puedo ser objetivo sobre la calidad de la actuación porque no puedo ver los rostros de los asiáticos de la misma manera que si fueran alemanes.
¿Hay públicos que no terminan de entender su película?
No, todos la entienden, pero la toman de una manera diferente. Hay tantas películas posibles como espectadores en la sala. Es lo mismo que ocurre con un libro. Una película es una rampa que tiene que saltar el espectador, que es quien vive la experiencia.
¿Por qué decidió no incluir música más allá de la que puedan interpretar los personajes?
Yo hago películas realistas y en la vida real no hay música de fondo, a no ser que alguien haya puesto un disco, un CD, se escuche un DVD o alguien esté cantando…
¿Cuán complicado fue encontrar a los niños de su película?
Fue difícil. Lo que más me asustaba era que la gran maquinaria de la producción cinematográfica empezara a funcionar sin que yo hubiese encontrado a los niños. Vimos a unos siete mil candidatos. Me encanta trabajar con niños: con un niño actor de talento la experiencia es mucho más satisfactoria que con un adulto. Un niño no actúa, vive ese momento como si fuera el personaje y eso es lo que yo más disfruto.
Suele trabajar con los mismos actores una y otra vez…
Soy un director muy leal, y si he disfrutado de la experiencia de trabajar con un actor, siempre le llamo otra vez, así no tengo que empezar de cero y la relación es mucho más fuerte. Lo más importante es ganarte su confianza. El secreto para conseguir buenas interpretaciones es que se sienta cómodo contigo, así hará lo que sea para contentarte. Pero si tienes dudas, todo se vuelve más difícil. Yo no soy de darles muchas explicaciones a mis actores. Detesto los debates en el plató. Creo que todo lo que tengo que decirles sobre sus personajes está en el guión. No me interesa que el actor llegue al plató y se ponga a hablar de las motivaciones de su personaje o del contexto histórico, como haría en teatro. Por eso no sólo busco buenos actores, sino el mejor para cada papel.
¿Es posible la redención si un niño es torturado, tal como se muestra en su película?
Creo que el amor todo lo cura. Es la única forma de que un niño pueda sobrevivir al horror. Claro que yo no soy ni psiquiatra ni profeta. Es difícil responder a eso porque en definitiva se trata de un círculo vicioso. Alice Miller ha escrito brillantes trabajos sobre el círculo de la repetición en el abuso infantil. El adulto que ha sufrido abusos de niño siente la necesidad de repetir el abuso en sus niños. Miller logró escapar de este círculo vicioso siendo psiquiatra.
En su filme, todos los conflictos parecen una minucia cuando al final estalla la gran guerra. ¿Tiene una visión desesperanzada de la humanidad?
No. Alguna vez me preguntaron si todas mis películas apuntaban a lo mismo y dije que representaban la guerra cotidiana entre los seres humanos. La guerra entre esposo y esposa, entre amigos o entre los niños y sus padres. Esas pequeñas guerras pueden llevar a una guerra más grande. No necesariamente van a ser una consecuencia inmediata, pero creo firmemente que varias generaciones que libran pequeñas guerras desembocan tarde temprano en una guerra general.
¿En la Europa contemporánea podemos hallar la misma crueldad de la etapa preindustrial que se ve en la película?
No hay que ir muy lejos para encontrar el mismo nivel de represión. La cinta blanca no habla de un periodo en particular de la humanidad, el momento que muestra es sólo una metáfora.
Dice no hacer películas de género, pero tanto La cinta blanca como Funny games tienen elementos del cine de terror…
Suelo usar elementos del cine de género para encontrar mi propia voz. Funny games era más un thriller que un filme de terror.
¿Cómo describiría su cine? ¿Realista?
Exactamente. Yo soy un realista. Mucha gente me pregunta por qué me fascina el lado oscuro de los seres humanos, y la verdad es que no es así. Ese aspecto de la humanidad no me interesa particularmente. Pero cuando trato de ser realista, al retratar a los seres humanos siempre me encuentro con esos elementos. La realidad tiene un lado oscuro. No me queda otro remedio que lidiar con esas cosas. Por eso casi todas mis películas tienen violencia y crueldad, pero no es algo que busco deliberadamente.
Por qué nunca ha hecho comedias?
Por la misma razón que no le pediría a un zapatero que hiciera un sombrero. Pero me encantan las comedias inteligentes y disfruto mucho con Woody Allen. No hay muy buenas comedias en la historia del cine.