KEPA ARBIZU
Lumpen
En muy pocas ocasiones la música gospel ha sido tratada por el rock con la importancia que se merece. Rara vez se la tiene en cuenta a la hora de citar influencias y artistas tan magníficos como Reverend Gary Davis o Mahalia Jackson pasan desapercibidos. Puede ser que su carácter religioso choque con la idiosincrasia del rock and roll pero sería bueno abstraerse de este hecho, ya que bajo este tipo de canciones se esconden, casi como en ningún otro registro, melodías llenas de fuerza y sentimiento. La publicación del nuevo disco de Patty Griffin, “Downtown church”, centrado en la música espiritual, es un homenaje a dicho estilo.
La compositora norteamericana siempre se ha movido por los derroteros del folk-country, sabiendo a la perfección añadirle un ritmo y forma de pop-rock, de esa manera actualizándolo y haciéndolo más asequible. El origen de su nuevo disco está en la canción que graba con Mavis Staples para el recopilatorio “Oh Happy day”. El resultado es más que satisfactorio y decide continuar por ese camino y grabar un álbum entero con el gospel como idea central.
Para grabar este álbum se fue a la “Downtown Presbyterian Church”, allí, ha contado con el talento de Buddy Miller para las labores de producción aunque éste también deja su impronta musical a través de su guitarra. Además, hacen acto de aparición a lo largo del disco gente tan reconocida como Jim Lauderdale o Emmylou Harris entre otros. Salvo dos creaciones de la propia Griffin, todo el resto se trata de temas populares o versiones de viejos temas.
Aunque ya en su anterior trabajo quedaron patentes las influencias de la música negra en sus composiciones, sigue resultando chocante ver la transformación que sufre su habitual tono “blanco” de voz para adecuarse a este tipo de melodías. Por eso hay que reseñar temas como “Move up”, “I smell a rat” o “Wade in the water” donde ejecuta a la perfección un sonido entre el soul y el blues más oscuro. En “Death’s got a warrant” interpreta casi a capella, sólo acompañada por los coros y una percusión, un gospel profundo. Del mismo estilo pero más relajada y sensible suena “Strange man” y sobre todo, la dulce “Waiting for my child”.
En el resto de temas el componente country-folk, habitual en sus discos, irá tomando más presencia. En “If had my way” lo mezcla con un tono soul. Mucho más presente se muestra en las delicadas “House gold” o “Never grow old”, centradas mucho más en un sonido acústico. La aparición de instrumentos como la guitarra slide o el violín, ayudan a dar forma al tono más country tradicional de canciones como “Little fire” o “We shall be reunited”.
El piano se va a convertir en predominante, por no decir exclusivo, en los temas más lentos. En “Coming home to me” o “All cretures of our God and King” saca todo la expresividad a su timbre de voz, poniéndolo al servicio de ambas. También habrá espacio para la excentricidad que supone el corrido “Virgen de Guadalupe”.
Al margen de la calidad que tiene el nuevo trabajo de Patty Griffin, esperemos que también pueda servir para sacar del ostracismo a la canción espiritual negra, en este caso tratada con gran respeto y valentía por una voz blanca.
La compositora norteamericana siempre se ha movido por los derroteros del folk-country, sabiendo a la perfección añadirle un ritmo y forma de pop-rock, de esa manera actualizándolo y haciéndolo más asequible. El origen de su nuevo disco está en la canción que graba con Mavis Staples para el recopilatorio “Oh Happy day”. El resultado es más que satisfactorio y decide continuar por ese camino y grabar un álbum entero con el gospel como idea central.
Para grabar este álbum se fue a la “Downtown Presbyterian Church”, allí, ha contado con el talento de Buddy Miller para las labores de producción aunque éste también deja su impronta musical a través de su guitarra. Además, hacen acto de aparición a lo largo del disco gente tan reconocida como Jim Lauderdale o Emmylou Harris entre otros. Salvo dos creaciones de la propia Griffin, todo el resto se trata de temas populares o versiones de viejos temas.
Aunque ya en su anterior trabajo quedaron patentes las influencias de la música negra en sus composiciones, sigue resultando chocante ver la transformación que sufre su habitual tono “blanco” de voz para adecuarse a este tipo de melodías. Por eso hay que reseñar temas como “Move up”, “I smell a rat” o “Wade in the water” donde ejecuta a la perfección un sonido entre el soul y el blues más oscuro. En “Death’s got a warrant” interpreta casi a capella, sólo acompañada por los coros y una percusión, un gospel profundo. Del mismo estilo pero más relajada y sensible suena “Strange man” y sobre todo, la dulce “Waiting for my child”.
En el resto de temas el componente country-folk, habitual en sus discos, irá tomando más presencia. En “If had my way” lo mezcla con un tono soul. Mucho más presente se muestra en las delicadas “House gold” o “Never grow old”, centradas mucho más en un sonido acústico. La aparición de instrumentos como la guitarra slide o el violín, ayudan a dar forma al tono más country tradicional de canciones como “Little fire” o “We shall be reunited”.
El piano se va a convertir en predominante, por no decir exclusivo, en los temas más lentos. En “Coming home to me” o “All cretures of our God and King” saca todo la expresividad a su timbre de voz, poniéndolo al servicio de ambas. También habrá espacio para la excentricidad que supone el corrido “Virgen de Guadalupe”.
Al margen de la calidad que tiene el nuevo trabajo de Patty Griffin, esperemos que también pueda servir para sacar del ostracismo a la canción espiritual negra, en este caso tratada con gran respeto y valentía por una voz blanca.