Seijun Suzuki, el maestro desconocido


MIGUEL BLASCO
Paisajes Eléctricos Magazine



Hay que reconocer que la distribuidora Avalon, a través de la colección Fnac, es la que nos hace llegar grandes títulos apenas accesibles en edición dvd de alta calidad. Es una labor de apostolado del cine, una tarea de difusión, interesante a la vez que económica, puesto que los packs más curiosos suelen ser los que ofertan en 3 x 1. De los últimos disponibles en catálogo, me encantaría destacar el del director japonés Seijun Suzuki.

Una primera injusticia es que, al ser un cineasta poco conocido, no son pocos los que han ido plagiándole disimuladamente. ¿Qué sería de la estética y el imaginario Tarantino sin algunas secuencias de Suzuki?

Al estar ensombrecido por nombres como Ozu, Mizoguchi, Kurosawa, Kobayashi y otros maestros, quedó relegado a un circuito minoritario. También por la vocación de ser un cine de serie B, pensado para proyectarse junto a un estreno de renombre. Aun así, es innegable que sus películas desprenden una originalidad propia que surge de los planteamientos que arrancaron en el cine de las nuevas olas. Suzuki, insiste en crear un universo propio interesantísimo, en cada película de los años 60-70 demuestra una labor de creador, reinventor y artesano, transformando parámetros utilizados en el cine de vanguardia y volcándolos a un estilo narrativo.

Si el film noir francés creó escuela con directores como Clouzot, Melville o Becker, Suzuki hace lo propio en Japón, adaptando el genuino cine negro americano a la yazuka, dándole una vuelta de tuerca a las historias de geishas, como es el caso de “Gate of flesh” (1964) una descarnada visión de un Tokyo post Segunda Guerra mundial. La historia se ubica en un mercadillo de traficantes de objetos seres humanos. Un mundo donde la prostitución es un negocio rentable y nada descabellado, avanzando y poniendo al día títulos como “La calle de la vergüenza” (1956) de Kenji Mizoguchi. Hay un halo sadomasoquista en toda la película: un veterano de guerra que se convierte en proxeneta disfruta pervirtiendo a un grupo de prostitutas al mismo tiempo que se crea una relación de dependencia entre ellas y él.

Hay momentos en los que Suzuki elimina el típico plano-contraplano y resuelve una secuencia en plano de un personaje y efecto de transparencia filmando la reacción del otro. Elegante e increíble. “Gate of flesh” marca, además, un cambio. Sin en las películas japonesas, la prostitución siempre se había mostrado como algo que, desde nuestra postura occidental, nos puede llegar a chocar (los maridos esperan a las geishas en el local, hay un halo menor de hipocresía y la prostitución se muestra como un oficio deplorable, pero un oficio regulado) en “Gate of flesh” nos encontramos con su lado más sórdido, una crítica velada a los vencedores americanos. Vencedores al mismo tiempo que auténticos amos del cotarro tras el final de la contienda bélica. No quiero adelantar nada más del contenido porque es una película impresionante. Valga el siguiente ejemplo para hacerse una idea.

Tal vez sea “Branded to kill” (1967) la película más interesante del pack. Encontramos en ella a un Suzuki gamberro, díscolo, surrealista y delirante. Si en películas anteriores como “Take aim at the police van” (1960), demuestra una solvencia narrativa y un estupendo pulso a la hora de construir una película de cine negro “clásico”, en “Branded to kill” subvierte todos los conceptos de este género y crea una obra que parece mofarse del mismo. En esta película su actor fetiche, el mofletudo Jo Shishido, interpreta a un asesino a sueldo que debe escoltar a un hombre de negocios. A partir de aquí comienza la fiesta, el despliegue visual de arrolladora potencia, con momentos de distanciamiento, evidencia de la puesta en escena y un final increíble.

“Tokyo Drifter” (1966), con su parte inicial en blanco y negro y el resto de la película en color, planos de influencia pop y otro final apoteósico, es una visión crepuscular del género de yazukas. Temas como la venganza y la lealtad, la soledad del asesino o su redención son tratados con maestría. En el siguiente ejemplo se puede ver qué película ha calcado un plano, cuyo director posmoderno no sería nada sin el desconocido maestro Suzuki.