La periodista encubierta del siglo XIX. Un diario local la fichó con 16 años, y a los 25 batía el récord de Phileas Fogg y entrevistaba a Julio Verne. Dos libros y un futuro filme recuperan su vida
CRISTINA CASTILLÓN
ADN
Nelly Bly tomó su seudónimo periodístico del cancionero popular estadounidense. "Nelly Bly, Nelly Bly, trae la escoba. Vamos a barrer la cocina, querida, y a cantar una canción", rezaba la tonada. Sin embargo, la vida de Elizabeth Jane Cochran- la mujer que se escondía tras la intrépida reportera Bly- dista mucho de las marcadas biografías de las mujeres asfixiadas en sus corsés que flirteaban con la idea del sufragio universal.
Dos libros publicados por Buck y el proyecto de llevar a la gran pantalla uno de los reportajes de investigación en primera persona de la periodista encubierta recuperan las figuras olvidadas de mujeres, como Marguerite Higgins, Ida M. Tarbell o Ethel L. Payne. La primera fue precursora en ganar el Premio Pulitzer en 1951 tras cubrir la Segunda Guerra Mundial, y siguió la de Vietnam. La segunda se especializó en muckrakers, artículos de investigación que hacían sonrojar a los consejos de administración. En 1904 logró sacar de sus casillas a la todopoderosa Standard Oil Company. Y la tercera fue conocida en los sesenta y setenta como la Primera Dama de la Prensa Negra.
Nelly Bly tenía 16 años cuando, indignada por un artículo sexista, envió una airada carta al director del Pittsburgh Dispatch, que impresionado le ofreció un trabajo en la sección de Sociedad del periódico. Ella y su familia, antes acomodada, se habían mudado a esta ciudad de Estados Unidos tras la muerte de su padre y necesitaba dinero para pagarse los estudios. Esta escena no tendría connotaciones extraordinarias si no se datara en 1880.
Precursora
La excepcionalidad de esta mujer no termina aquí: al poco tiempo fue trasladada a hacer ecos de sociedad -reserva de la mujer periodista durante décadas- debido al enfado de varios anunciantes que amenazaron con cancelar sus contratos con el diario por las piezas de Bly.¿Cómo se atrevía a poner sobre la mesa la reforma del divorcio o la explotación en las fábricas?
Antes de ser censurada, decidió abandonar el barco y con apenas 21 años se trasladó a México, desde donde vendió piezas como corresponsal. De nuevo, incomodó a alguien. Sus crónicas sobre la corrupción del Gobierno de Porfirio Díaz le valieron la expulsión del país.
Dejarse la piel
Su lugar era sin duda Nueva York. Allí fichó por el New York Word, propiedad de Joseph Pulitzer en plena guerra con el imperio de W.R. Hearts. Tal vez fue la competencia o el hambre de noticias, pero Bly alcanzó la cima de su carrera, en la veintena, dejándose literalmente la piel en sus reportajes, que ahora publica Buck. En Diez días en un manicomio se hizo pasar por demente para denunciar los abusos de la Administración sobre las enfermas. Su reportaje provocó una investigación oficial y una nueva partida económica para el centro de la Blackwell's Island.
Samanta Villar en 21 días en... debió de inspirarse en el trabajo de Bly, que se convirtió en dependienta, en peón de fábrica, e incluso, en aventurera de ficción.
Coqueta e inflexible
El 14 de noviembre de 1889 partía de Manhattan hacia Europa para batir un récord literario, el establecido por Phileas Fogg en La vuelta al mundo en 80 días, de Julio Verne, a quien entrevistó y con quien tuvo tiempo de flirtear. Bly completó su viaje interplanetario en 72 días, 6 horas, 11 minutos y 14 segundos. Todo ello, sin despeinarse. "Algo sobre lo que me mostré inflexible, un tarro de crema hidratante para evitar que la piel del rostro se me agrietara en los climas variados que encontraría en el camino", confesaba en La vuelta al mundo en 72 días.
Con 30 años se retiró al casarse con un millonario. Pocos años después enviudaba y tomaba la presidencia de la Iron Clad Manufacturing Company. Por si no fuera poco, antes de morir de neumonía en 1922 a los 55 años, tuvo tiempo de patentar el modelo de bidón de acero de 55 galones, cubrir el estallido de la Primera Guerra Mundial y participar del avance de las sufragistas en Estados Unidos.
ADELANTADAS: LAS 'NELLIES' ESPAÑOLAS
Abanderó la lucha por el divorcio, fue la primera española corresponsal de guerra (en Marruecos), viajó de Laponia a Argentina y se codeó con la intelectualidad de la época, de Unamuno a Pío Baroja. De Ramón Gómez de la Serna llegó a ser amante.
Nada fue habitual en Carmen de Burgos, la almeriense que firmaba columnas como Colombine en la España de principios de siglo XX. No contenta con que la casaran a los 16 años, De Burgos abandonó a su marido y se hizo un hueco en el mundillo literario de la capital. Convertida en cronista de viajes, presenció los horrores de la Primera Guerra Mundial. A esta Nelly española, que sólo recientemente ha sido rescatada para la memoria pública, la muerte le llegó en 1932, el año en que las mujeres pudieron votar en España.
Mujeres de la República
La República hizo posible la carrera de mujeres como Clara Campoamor, que fue periodista antes que diputada, pero reporteras como Ana María Martínez Sagi o Josefina Carabias seguían siendo una rareza. Juan Manuel de Prada convirtió a la primera en un personaje de novela, aunque no le hacía falta a esta deportista y feminista que escribió crónicas empotrada en la Columna Durruti. Carabias se estrenó entrevistando a Victoria Kent y llegó a ser corresponsal en Washington y París.
Dos libros publicados por Buck y el proyecto de llevar a la gran pantalla uno de los reportajes de investigación en primera persona de la periodista encubierta recuperan las figuras olvidadas de mujeres, como Marguerite Higgins, Ida M. Tarbell o Ethel L. Payne. La primera fue precursora en ganar el Premio Pulitzer en 1951 tras cubrir la Segunda Guerra Mundial, y siguió la de Vietnam. La segunda se especializó en muckrakers, artículos de investigación que hacían sonrojar a los consejos de administración. En 1904 logró sacar de sus casillas a la todopoderosa Standard Oil Company. Y la tercera fue conocida en los sesenta y setenta como la Primera Dama de la Prensa Negra.
Nelly Bly tenía 16 años cuando, indignada por un artículo sexista, envió una airada carta al director del Pittsburgh Dispatch, que impresionado le ofreció un trabajo en la sección de Sociedad del periódico. Ella y su familia, antes acomodada, se habían mudado a esta ciudad de Estados Unidos tras la muerte de su padre y necesitaba dinero para pagarse los estudios. Esta escena no tendría connotaciones extraordinarias si no se datara en 1880.
Precursora
La excepcionalidad de esta mujer no termina aquí: al poco tiempo fue trasladada a hacer ecos de sociedad -reserva de la mujer periodista durante décadas- debido al enfado de varios anunciantes que amenazaron con cancelar sus contratos con el diario por las piezas de Bly.¿Cómo se atrevía a poner sobre la mesa la reforma del divorcio o la explotación en las fábricas?
Antes de ser censurada, decidió abandonar el barco y con apenas 21 años se trasladó a México, desde donde vendió piezas como corresponsal. De nuevo, incomodó a alguien. Sus crónicas sobre la corrupción del Gobierno de Porfirio Díaz le valieron la expulsión del país.
Dejarse la piel
Su lugar era sin duda Nueva York. Allí fichó por el New York Word, propiedad de Joseph Pulitzer en plena guerra con el imperio de W.R. Hearts. Tal vez fue la competencia o el hambre de noticias, pero Bly alcanzó la cima de su carrera, en la veintena, dejándose literalmente la piel en sus reportajes, que ahora publica Buck. En Diez días en un manicomio se hizo pasar por demente para denunciar los abusos de la Administración sobre las enfermas. Su reportaje provocó una investigación oficial y una nueva partida económica para el centro de la Blackwell's Island.
Samanta Villar en 21 días en... debió de inspirarse en el trabajo de Bly, que se convirtió en dependienta, en peón de fábrica, e incluso, en aventurera de ficción.
Coqueta e inflexible
El 14 de noviembre de 1889 partía de Manhattan hacia Europa para batir un récord literario, el establecido por Phileas Fogg en La vuelta al mundo en 80 días, de Julio Verne, a quien entrevistó y con quien tuvo tiempo de flirtear. Bly completó su viaje interplanetario en 72 días, 6 horas, 11 minutos y 14 segundos. Todo ello, sin despeinarse. "Algo sobre lo que me mostré inflexible, un tarro de crema hidratante para evitar que la piel del rostro se me agrietara en los climas variados que encontraría en el camino", confesaba en La vuelta al mundo en 72 días.
Con 30 años se retiró al casarse con un millonario. Pocos años después enviudaba y tomaba la presidencia de la Iron Clad Manufacturing Company. Por si no fuera poco, antes de morir de neumonía en 1922 a los 55 años, tuvo tiempo de patentar el modelo de bidón de acero de 55 galones, cubrir el estallido de la Primera Guerra Mundial y participar del avance de las sufragistas en Estados Unidos.
ADELANTADAS: LAS 'NELLIES' ESPAÑOLAS
Abanderó la lucha por el divorcio, fue la primera española corresponsal de guerra (en Marruecos), viajó de Laponia a Argentina y se codeó con la intelectualidad de la época, de Unamuno a Pío Baroja. De Ramón Gómez de la Serna llegó a ser amante.
Nada fue habitual en Carmen de Burgos, la almeriense que firmaba columnas como Colombine en la España de principios de siglo XX. No contenta con que la casaran a los 16 años, De Burgos abandonó a su marido y se hizo un hueco en el mundillo literario de la capital. Convertida en cronista de viajes, presenció los horrores de la Primera Guerra Mundial. A esta Nelly española, que sólo recientemente ha sido rescatada para la memoria pública, la muerte le llegó en 1932, el año en que las mujeres pudieron votar en España.
Mujeres de la República
La República hizo posible la carrera de mujeres como Clara Campoamor, que fue periodista antes que diputada, pero reporteras como Ana María Martínez Sagi o Josefina Carabias seguían siendo una rareza. Juan Manuel de Prada convirtió a la primera en un personaje de novela, aunque no le hacía falta a esta deportista y feminista que escribió crónicas empotrada en la Columna Durruti. Carabias se estrenó entrevistando a Victoria Kent y llegó a ser corresponsal en Washington y París.