Gil de Biedma, las contradicciones de un genio


KEPA ARBIZU
Tercera Información




Las contradicciones forman parte natural de cualquier proceso o situación. Es más, son inherentes a todos ellos. En la biografía de Jaime Gil De Biedma, como no puede ser menos, aparecerán de forma constante. De hecho, es impensable que su figura alcanzara cotas tan altas de talento y magnetismo sin su existencia.

El nombre del escritor catalán de nuevo vuelve a estar de moda debido, entre otras cosas, al 20 aniversario de su fallecimiento (8 de Enero) y a la aparición de la película “El cónsul de Sodoma”, a la que la crítica casi de forma unánime ha achacado falta de profundidad a la hora de abordar su imagen, cosa por otra parte entendible dado la complejidad que ésta requiere.

Nacido en Barcelona, Gil de Biedma pertenece a una familia burguesa catalana-castellana, hecho que incidirá decisivamente en su personalidad. Estudia Derecho, “como hacen los hijos de las familias vencedoras”, en sus propias palabras. Muy pronto sigue la tradición e ingresa dentro del organigrama de la empresa de su padre, Compañía de Tabacos de Filipinas. Este retrato convencional pronto se resquebrajará al entrar en contradicción con los ambientes en los que comenzará a moverse, incluidas también sus amistades universitarias, como son las de José Agustín Goytisolo y Carlos Barral entre otras.

De esas relaciones, además de su gusto por la poesía, surge su clara vocación por la escritura. Pertenecerá a la generación del 50, más en concreto a la Escuela de Barcelona. No es hasta finales de esa década cuando publica su primer poemario completo, “Compañeros de viaje”, primer gran momento de su obra y del que se pueden desprender ciertas características y formas que serán habituales en él. Antes de esto había publicado algunos poemas sueltos de carácter intimista excesivamente formales. Sus lecturas preferidas dejarán claramente un poso en su forma de crear. Así el simbolismo francés, en especial las figuras de Baudelaire y Mallarmé, la poesía inglesa, con T.S. Elliot (del que sería traductor), Auden y Wordsworth como nombres elementales y la generación del 27 española, donde destacan Antonio Machado y Cernuda, son referencias que se plasmarán en sus escritos.

En “Compañeros de Viaje” queda ya en evidencia su clarísimo compromiso social desde la izquierda. Aunque este hecho es incontestable, al escritor nunca le gustó mucho el calificativo de “poesía social”. Su estilo, con indudables tonos políticos, tenía un fuerte carácter subjetivo, además de un toque cotidiano e irónico, cosa que le alejaba del canon clásico de dicho estilo. Al margen de escenas críticas contra el franquismo y la burguesía como son “El arquitrabe”, “Los aparecidos” o el homenaje de “Piazza del popolo” a María Zambrano, la amistad y la camaradería también son elementos esenciales en sus poemas, norma común en muchos compañeros de generación.”Amistad a lo largo”, “Idilio en el café” son un ejemplo. Visto de manera genérica “Compañeros de viaje” representa un trayecto personal, desde la adolescencia a la edad adulta. Los dolores, desilusiones y el conocimiento de la realidad externa e interna que ello conlleva.

“Moralidades”, su siguiente obra, editada en México por cuestiones de la censura, es su mejor creación y donde se puede encontrar al Gil de Biedma más maduro en cuanto a cuestión literaria se trata. Todos los elementos esbozados en sus anteriores creaciones aquí quedan perfectamente estructurados. Esa cotidianeidad que pretende su literatura queda perfectamente ensamblada con su cada vez mayor obsesión por la técnica y la forma. Respecto a su compromiso político, en estos poemas se muestra más contundente que nunca, aparecen combinados con una forma de expresión subjetiva nada doctrinal y centrada en los pequeños detalles, como queda reflejado en la magnífica “Barcelona ja no és bona” y en “Apología y petición”. Otro elemento clave para comprender la poesía de Biedma es su preocupación por el paso del tiempo y más concretamente con el hecho de envejecer. La sensación de que todo lo pasado se desvanece queda patente en “Un día de difuntos” y “Pandémica y celeste”. Hay que reseñar “A una dama muy joven, separada” como un elemento clave no sólo en su arte sino en su vida personal. A pesar de su homosexualidad, que por ejemplo queda patente en “Pepping Tom”, no son pocas las relaciones con mujeres que mantuvo. Y por encima de todas ellas la vivida con Isabel Gil Bel (Bel), a la que dedica el poema mencionado. La muerte inesperada, en un accidente de coche, de ésta, aumentó la ya de por sí propensión del escritor catalán a la depresión y al nihilismo. Retomando el hecho de su condición sexual, y a pesar de ser conocido por su gusto de la vida bohemia y alocada, no sería hasta reediciones posteriores de “Retrato del artista en 1956”, ya sin los cortes de la censura, cuando hablaría sin ambages de su homosexualidad.

Su obra “Póstumos” nace en una época muy sombría del autor. Al margen de las pérdidas nombradas, amigos y gente cercana a él también muere en esos años, lo que acrecienta su sensación de sentirse fuera de sitio y su condición solitaria. Si a esto le añadimos su cada vez mayor obsesión por el tema de la vejez, va tomando cuerpo su determinación por la llegada del final de su tiempo. Así se demuestra en “No volveré a ser joven” o en el atrevidísimo y honesto canto de cisne “Contra Gil de Biedma”. Una autocrítica a su propio personaje y a la falta de razones para continuar quemando etapas.

Poco más escribirá Biedma en los años sucesivos. Algunos poemas sueltos pero nada significativo. La sensación de hartazgo y la necesidad de dar por finiquitado su discurso, al margen de su cada vez peor estado de ánimo, hacen presagiar el final. Tampoco hay que obviar como uno de los últimos varapalos a su ánimo, la “nueva” situación política de España. La transición realizada en el país desmorona su creencia en la izquierda, y mientras otros compañeros de generación como Barral encuentran sitio en el PSOE, él se siente estafado por la izquierda oficial y la incapacidad de crear un cambio real.

El 8 de Enero de 1990 muere a causa del SIDA. Ese día desapareció la persona, de cruda infancia y soledad vital, el personaje literario, nihilista de profunda conciencia política y torturado por el paso del tiempo y sobre todo, se extinguió el brillante e irrepetible escritor.