Testimonio contra el horror


El escritor Jean-Moïse Braitberg pide que retiren a su abuelo del Museo del Holocausto

JOSÉ A. SOROLLA
El Periódico


Jean-Moïse Braitberg busca dos nombres en el muro de las víctimas del Memorial del Holocausto en el barrio judío de París. Busca y busca hasta que encuentra. Ahí están. René y David Malamed. Son dos hermanos, judíos franceses de origen turco, asesinados en Auschwitz. Intentaron unirse a las fuerzas de la Francia libre cruzando la frontera española, pero fueron delatados, detenidos y enviados a los campos de exterminio. René y David tenían otro hermano, André, al que la madre de Braitberg escondió y salvó. Cada año, el 1 de enero, André, que vive en Burdeos, envía aún a la familia de Braitberg un pastel de chocolate en agradecimiento. La mujer que lo salvó nunca quiso recibir la medalla que concede Israel a los justos que ayudaron a los judíos porque siempre dijo que ella solo había hecho lo que tenía que hacer.

Braitberg escribió el pasado 29 de enero en Le Monde un artículo desgarrador en el que pedía al presidente de Israel, Shimon Peres, que retirara el nombre de su abuelo, Moshe Braitberg, y el de otros miembros de su familia de Yad Vashem, el Museo del Holocausto de Jerusalén. "Lo que ha pasado en Gaza, y más generalmente, la suerte corrida por el pueblo árabe de Palestina desde hace 60 años descalifica a mis ojos a Israel como centro de la memoria del mal hecho a los judíos y a la humanidad entera", escribía.

El artículo ha desencadenado encendidas reacciones en internet, con 4.000 referencias y traducciones a diversos idiomas, y en alguna web judía ha sido colocado bajo el epígrafe de Racismo/Antisemitismo. Sin embargo, Braitberg, de 58 años, periodista y escritor, siempre ha combatido el antisemitismo, tanto cuando ejercía de reportero (cubrió en Israel la primera guerra del Golfo para Le Quotidien de Paris) como ahora que escribe novelas, libros de gastronomía y guías de viaje.

Treinta víctimas en la familia

"Yo no soy judío, soy de origen judío. Fui educado en la religión protestante, la de mi madre, pero he vivido en un ambiente muy marcado por lo ocurrido en la guerra y por el genocidio", explica. De familia judía, su padre nació en 1915 en Polonia. Moshe, el abuelo, muy religioso, hablaba a sus ocho hijos en yiddish. En los años 30, el padre de Jean-Moïse abandonó Polonia para huir de un Gobierno antisemita que impedía a los judíos el acceso a la universidad y se instaló en el sur de Francia. Cuando Alemania invadió Polonia, se enroló en la Legión Extranjera, que abandonó con la rendición de Francia. Aunque había estudiado química y música (era violinista), trabajó como agricultor en la Dordoña, conoció a Denise Rolland, que era pianista, y formaron un matrimonio del que nació Jean-Moïse.

La familia de su padre vivía en Piotrkow, la ciudad en la que los nazis formaron el primer gueto. El abuelo de Jean-Moïse fue deportado y gaseado en 1942 en Treblinka. Lo mismo ocurrió con varios hermanos de su abuelo y de su abuela. "Entre 30 y 40 personas de mi familia, contando tíos y primos, murieron en Auschwitz, Ravensbrück, Bergen- Belsen y otros campos. Siempre se dice que en las familias judías no se habla del Holocausto. En la mía no ha sido así. Hemos hablado todos los días. Una tía y su hija, que sobrevivieron y viven en París, aún llevan tatuado en el brazo el número que tenían en el campo", cuenta Braitberg. Solo cinco sobrevivieron.

Ni Israel ni Hamás

Pese a esta trágica historia, Braitberg insiste en que no opina como judío. "Hice el artículo como un individuo francés, como una persona que, a través de su historia personal y la de su familia, quiere dar testimonio del rechazo del horror del racismo. No hago paralelismos entre el nazismo e Israel, no digo que los israelís sean nazis. Lo que le hicieron a mi abuelo fue un crimen contra la humanidad y yo hablo en nombre de la humanidad porque no quiero que se utilice como pretexto para otros crímenes. Es inaceptable que se use el Holocausto para justificar la colonización. Israel se ha aprovechado del genocidio para pedir a Alemania miles de millones de marcos que se han utilizado, entre otras cosas, para expulsar y matar palestinos. Es un horror". Pero quiere dejar claro que el mismo horror le produce el islamismo de Hamás o de Hizbulá.

Braitberg propone una fórmula, aunque sabe que es imposible cumplirla. "La mejor manera de respetar el Holocausto es no hablar de él, olvidarlo. Yad Vashem revive la memoria de las víctimas, pero también la de los verdugos".

Las reacciones a su artículo le recuerdan lo que ocurre en España con la apertura de fosas. "Cuando desentierras a un muerto, como yo he hecho con mi abuelo, siempre hay una reacción de miedo porque en todas las civilizaciones existe el miedo a los fantasmas. Se tiene que enterrar bien a los muertos para que los vivos vivan en paz".