"Calle de las tiendas oscuras", Patrick Modiano


KEPA ARBIZU
Lumpen




La publicación en el 2008 de la última novela de Patrick Modiano, “En el café de la juventud perdida”, ha sido uno de los detonantes para revitalizar la figura de este escritor en el mercado de lengua castellana. Aunque para ser justos, no la única. En los últimos tiempos se ha estado editando poco a poco las traducciones al español de sus diferentes obras. Por ejemplo, este mismo año, han aparecido “Dora Bruder”, “Reducción de condena” y en la que nos vamos a centrar, “Calle de las tiendas oscuras”.

Modiano forma parte de una generación de escritores franceses que están consiguiendo un éxito, más que notable, a nivel internacional. A ella pertenecen entre otros, Jean Échenoz y sobre todo, el recién galardonado con el premio Nobel de literatura, Le Clézio. A este respecto, y con el recién reconocimiento de Modiano, se ha puesto en tela de juicio si dicho premio no hubiera sido más justo que recalase en este escritor.

De su biografía hay varios aspectos que son interesantes a la hora de explicar y entender algunas variables de su escritura. Su padre, judío de origen italiano y su madre, actriz belga, se conocen en el París ocupado por los nazis. Ese es el contexto en el que nace el que será hijo mayor de la familia. El hecho del pronto fallecimiento de su hermano, la figura paterna casi inexistente (era empresario y pasaba casi la totalidad del tiempo alejado de casa) y una madre en eternas giras, hizo de Patrick un niño sin casi referentes y con una identidad poco formada, característica esencial para comprender los temas sobre los que hablará en sus obras, no sólo literarias , ya que también se dedicó a realizar guiones, alguno tan famoso como el que realizó para el director Louis Malle en “Lacombe Lucien”.

“Calle en las tiendas oscuras” es la novela con la que el autor fue galardonado con el premio Goncourt en 1978. No ha sido hasta este año cuando las editoriales se han decidido a publicarla en castellano. Se le suele acusar a Modiano de ser algo repetitivo en sus obsesiones y su manera de abordarlas, en otras palabras, de escribir la misma historia una y otra vez. Y como si dicha afirmación no le importara gran cosa, este libro, de nuevo, está ambientado en el París ocupado por el ejército alemán. Hay que aclarar algo respecto a este tema. Nunca se ha caracterizado el autor francés por tener una visión politizada de la literatura, así que este acontecimiento lo suele afrontar de una manera no excesivamente encarnizada, más bien desde una perspectiva humana y personal. Pero por encima de todo, de nuevo retoma aquí su inquietud más honda, la búsqueda de la identidad perdida.

Decía Juan Gelmán que lo contrario del olvido no es la memoria sino la verdad. En esta novela nos topamos con un personaje amnésico y que hace todos los esfuerzos por construir su pasado para llegar a saber quién era y qué le ha sucedido. Pero en verdad, todos los pasos que va ir dando por medio de su investigación, le van a ir conformando una personalidad que nunca sabremos si es verdadera o una creación fantasiosa reconstruida por los recuerdos de los diferentes personajes con los que habla. Por eso la afirmación de Gelmán. Guy Roland no está encaminado a la verdad, a su verdadero “yo”, sino a una composición de los hechos sucedidos hace tiempo, siempre relatados de manera subjetiva por los implicados que los vivieron.

Es esta angustia, la de saber si se va en el buen camino, el real, la que acompaña al lector según transcurren los acontecimientos. Con la forma de una novela negra pero repleta de simbolismo, de fantasía, de lugares desdibujados por la noche y el paso del tiempo, Modiano refleja de manera ejemplar, con una prosa sobria ocasionalmente decorada con algún adjetivo certero cuando el ambiente de la historia lo pide, la ansiedad que no sólo vive el protagonista sino toda la amplia gama de personajes que aparecen, todos ellos con la marca del pasado en sus vidas, algunos con la intención de borrarla pero otros con ella tan fuertemente enraizada que lastra su presente. En definitiva, un espejo de lo que le sucede a la historia de Francia.