La fiebre del oro. B. Traven, el enigma de un autor y la fascinación de su obra


IÑAKI URDANIBIA
Gara



Decía Albert Einstein, respondiendo a la célebre pregunta de qué libro se llevaría a una isla desierta :”cualquiera, con tal de que sea de B Traven”. Desde luego allá cada cual con sus gustos y disgustos, pero lo que si es cierto es que el libro que traigo a estas páginas es de los que no se caen de las manos. Al contrario, se queda pegado a ellas desde el principio, ya que te enreda en las aventuras, en los vagabundeos, en las exploraciones de los variopintos e inquietos personajes que pueblan las páginas de la novela.

B. Traven

Hablar del autor de esta obra, en la que se basó John Huston para hacer su homónima película, es penetrar en el misterio, en el enigma ; frente a Traven lo de Salinger o Thomas Pynchon es puro juego de niños; y Paul Theroux hablaba de él como “el hombre que se oculta” considerándolo como el mayor enigma de la literatura del siglo XX .Su propia vida podría ser objeto de una novela de intriga, una novela sin concluir, para más inri, ya que los cabos sueltos permanecen y parece que permanecerán per saecula saeculorum: anarquista alemán, ret marut actor convertido en periodista radical, que huyó milagrosamente (pues estaba detenido y encerrado cuando consiguió abrirse) de los días duros de la revolución consejista/spartakista, en los tiempos de la república del Weimar, varios nombres sirvieron para esconder su verdear identidad y para despistar, e incluso hacer dudar de la verdadera existencia de tal personaje, como sucedió con Homero en algunas versiones.

En cualquier caso, ahí está su obra, considerado por los nuevos mandatarios germanos, los nazis, un producto de una “mente destructiva”, “desprovista de sentimiento” y carente de cualquier conciencia positiva o constructiva. Ahora, la editorial catalana Acantilado recupera “El tesoro de Sierra Madre” y , en breve, hará lo mismo con “El barco de la muerte”.

Como muestra de lo que queda señalado, ahí está la anécdota vivida por el antes nombrado director americano, John Huston, que, decidido a llevar a la pantalla “El tesoro de Sierra Madre”, contactó con Traven, quien le propuso que fuera a México a tomar el pulso de los escenarios y demás. La cosa se retrasó debido al ataque a Pearl Harbour (1941) y el contacto se retomó cinco años más tarde, en 1946. Cuando al final se concertó la cita, el bueno de Huston estuvo esperando casi una semana en el hotel convenido, hasta que al final apareció un misterioso señor diciendo que Traven no podía ir y que le mandaba a él. Tras la conversación, el director de la futura película sospechó que el tal Hal Croves no era sino el escritor, pues el dominio de la materia novelesca era tal que no era posible a no ser que él mismo fuese el padre de la criatura.

Exploradores

“El banco en el que Dobb estaba sentado no era muy cómodo”, así abre la historia del protagonista de “El tesoro de Sierra Madre”, cuya vida, en general, no resultaba cómoda para nada. Tiempos difíciles para quienes vivían en la pobreza y no hallaban trabajo como para sobrevivir: la obligación de buscarse la vida, de allá para acá, un trabajillo por un lado, otro por otro; unos pocos días y el dinero suficiente para poder mal dormir en algún sucio hotelucho y completar los ingresos con el dinero recaudado pidiendo limosna; una fauna de empleadores sin escrúpulos que trataban de escaquearse en sus pagos ; unos compañeros de fatigas, los de Dobb, con los que va a viajar y a trabajar, hasta llegar a una zona petrolífera, donde verá la abundancia para unos y la precariedad para otros. La vida es exploración, y al final, junto a unos colegas (Curtin y Howard) conocidos en un hotel, emprende la búsqueda del oro.

Mapas detallados y reelaborados, historias de antiguos buscadores golpeados no tanto por la dificultad del trabajo sino por la insaciables sed de forrarse de los españoles, entre ellos monjes (con la doctrina nefasta de la iglesia la emprenderá más tarde, sin freno, al hablar de unos desalmados bandidos que matan en nombre de Cristo Rey y la Santa Madre Iglesia), y por la maldición de los habitantes de aquellas tierras, los indios. De todo esto van a ser informados por Howard, un experto en el tema ya entrado en años, que va a ser quien les va a orientar en la dura búsqueda, tras haber reunido el dinero suficiente para comenzar al menos de manera rudimentaria: que si burros, que si bidones , que si herramientas... las dificultades son grandes, los temores también, ya que la codicia puede provocar problemas y enfrentamientos con otros buscadores o bandidos de todo pelaje, o entre ellos mismos. Y... “cada onza de oro que obtenían era un paso más que daban para alejarse de la clase proletaria y aproximarse a la de los potentados, a la clase media acomodada”

Ya tienen algo que perder, no sólo sus cadenas, como antes, y un mundo que ganar: lograr la propiedad y defenderla contra quienes también quieren lograrla. No faltarán las aventuras y las incertidumbres alo largo de toda la peripecia de estos buscadores de fortuna, y de oro.

Cierta desesperanza sobre un posible futuro luminoso planea en “El tesoro de Sierra Madre”, pues el escritor no oculta su desconfianza hacia los humanos, que en la medida en que se acercan a la propiedad, al poder, tienden “por naturaleza” a convertirse en todo lo contrario de lo que en un inicio eran y defendían.

La polémica

La publicación de la obra de Traven llega al mercado editorial con polémica incluida. La editorial Alfabia sacó a las librerías “El barco de la muerte”, a pesar de no contar con los derechos pendientes y de que Acantilado le había informado previamente de su condición de cesionaria en exclusiva de dichos derechos, como certificaban los herederos del escritor.

No seré yo quien haga alusión a la mala fe de nadie, pero sí me atrevo a señalar que, en este caso, no son de recibo las coletillas del tipo “pugna desigual” entre la “joven “ editorial y la “potente”, que es como se ha vendido en algunos medios la disputa. Pura demagogia. Al igual que lo es subrayar que la “pequeña editorial mallorquina de Diana Zaforteza se ha visto obligada “por falta de recursos económicos”, a retirar la distribución de “El barco de la muerte”, basándose en las declaraciones de su dueña, que aduce no tener suficiente dinero para hacer frente al pleito que le plantea Acantilado. Pura demagogia, porque las cosas no parecen ser así.