Soitu
Supongamos que el domingo no se mata. Nos queda poco más de 300 días al año para hacerlo. Como se producen 300.000 muertos anuales como consecuencia del uso de pistolas y fusiles, las verdaderas armas de destrucción masiva, la división es tan fácil que su resultado se lo sabe hasta un niño de primaria: mil muertos diarios. Además, se producen 3.000 heridos cada día, muchos de los cuales quedan postrados para siempre en una silla de ruedas o en una cama. La mayoría son civiles y jóvenes o niños, porque las armas que se venden de forma legal o ilegal están en sus manos y son cada día más ligeras.
La guerra no finaliza cuando los árbitros de la diplomacia lo deciden, sino cuando la sociedad afectada supera sus consecuencias. Hay guerras cortas como la española que planea como un fantasma setenta años después de su finalización. Y guerras largas que se eternizan durante décadas como las de Sudán o Afganistán y que afecta directamente a generaciones.
Hay seres humanos que nacen, viven y mueren en guerra. Fueron niños en la guerra y serán ancianos de la guerra. Especialmente en aquellos países donde la media de vida no llega a los cuarenta años. El Alto Comisionado para los Refugiados de la ONU considera que los conflictos armados "son la fuerza motriz que provocan los flujos migratorios" que afectan a 35 millones de refugiados o desplazados.
La guerra es el gran fracaso del Hombre y también su gran negocio. El pitido inicial coincide con la revalorización de las acciones de las compañías armamentísticas. ¿Cuántas veces se han regenerado las economías en crisis gracias al sufrimiento a miles de kilómetros?
Nuestra pasividad interesada, nuestra atropellada ignorancia y nuestros miedos infinitos nos impiden ver más allá de nuestras fronteras físicas y mentales. Las mentiras que nos cuentan se graban en nuestro subconsciente como píldoras contra el dolor de cabeza. Sucedáneos de periodistas nos dictan las nuevas clases televisivas sobre las catástrofes bélicas con sonrisas perfectas. En las colas de los telediarios y los breves de los periódicos se concentran tal cantidad de sufrimiento humano que daría para llenar el mundo de lágrimas.
Financieros de la guerra
Hace unos meses me llegó un informe titulado 'Financieros de la guerra', escrito por el periodista Alejandro Gutiérrez, corresponsal de la revista Proceso de México, que apareció en el número 1663 del 14 de septiembre de 2008.
La entradilla era impactante: "Instituciones bancarias y empresas multinacionales de España —cuya publicidad afirma que trabajan por el bien de la sociedad— financian la producción de armas o tienen acciones en compañías dedicadas a la industria militar". En la larga lista confluyen el Banco Bilbao Vizcaya Argentaria (BBVA) y el Santander, las empresas energéticas Unión Fenosa (recién adquirida por Gas Natural) e Ibedrola y Telefónica.
En la empresa armamentística Indra (que fabrica misiles, simuladores para aviones de guerra y sistemas de tiro) están presentes, además de la mayoría de las empresas nombradas, Caja Madrid, Casa Grande de Cartagena, Cajastur o Caja Cantabria.
El informe periodístico afirmaba que "las instituciones bancarias no necesitan ser accionistas de empresas fabricantes de equipo militar para financiarlas ya que lo pueden hacer directamente".
Y se basaba en un informe del Centro de Estudios para la Paz J.M. Delás, con sede en Barcelona, para informar que un grupo de bancos, entre ellos el Santander, "suscribió dos acuerdos con la empresa EADS-CASA, fabricantes de aeronaves militares, y la fuerza aérea brasileña para financiar una operación de 544 millones de euros por la compra de doce aviones de combate y la modernización de otros ocho".
Por su parte, el BBVA financió a empresas fabricantes de bombas de racimo o misiles de crucero de varios países mientras los bancos Santander y Banesto y Caixa Cataluña, cuyo máximo responsable es Narcis Serra, antiguo ministro de Defensa, otorgaron un crédito de 300 millones de euros a la empresa Explosivos Alaveses.
¿Nos informan los bancos de lo que hacen con nuestros ahorros?
Las preguntas que caben hacerse son simples: ¿Pueden los bancos o las cajas de ahorro hacer lo que quieran con nuestros ahorros? ¿Nos deberían informar escrupulosamente sobre el destino de cada céntimo para que decidamos si las inversiones nos interesan? ¿Debería el gobierno obligar a los bancos y cajas de ahorro a informar a sus clientes de las inversiones menos transparentes?
Pero el Gobierno es el primero que actúa de forma poco convincente en este negocio a pesar de que la nueva ley de control de exportaciones de armas, aprobada en diciembre de 2007, establece que no deben venderse armas "cuando existan indicios racionales de que puedan ser empleados en acciones que perturben la paz, puedan exacerbar tensiones o conflictos latentes, puedan ser utilizados de manera contraria al respeto debido y la dignidad inherente al ser humano, con fines de represión interna o en situaciones de violación de derechos humanos, tengan como destino países con evidencia de desvíos de materiales transferidos o puedan vulnerar los compromisos internacionales contraídos por España".
Miren la lista siguiente, porque estos son algunos de nuestros clientes preferenciales: Turquía, Arabia Saudita, Marruecos, Ecuador, Colombia, India, Pakistán, Israel, Jordania, Venezuela, Emiratos Árabes Unidos, Filipinas, Indonesia, Singapur, Tailandia, Sri Lanka, Angola, Ghana, Pakistán, Kenia, Burkina Faso, Mauritania. Países que viven situaciones de inestabilidad interna o participan en conflictos bélicos, sufren violaciones de los derechos humanos, dedican más recursos al gasto militar que al desarrollo humano o se encuentran entre los más pobres del mundo, tal como explica el último informe del Centro de Estudios para la Paz J.M. Delàs.
La autora del informe, Tica Font, que es vicepresidenta de Justicia y Paz, realiza una evaluación crítica del Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero: "En un país democrático, el Gobierno no puede utilizar la ley de secretos oficiales para favorecer las exportaciones de armas, ocultando sus decisiones a los ciudadanos. La política que se practica es irresponsable, puesto que las armas empeoran la inestabilidad regional o mundial, favoreciendo el aumento de conflictos latentes y alargan los conflictos existentes".
La guerra no finaliza cuando los árbitros de la diplomacia lo deciden, sino cuando la sociedad afectada supera sus consecuencias. Hay guerras cortas como la española que planea como un fantasma setenta años después de su finalización. Y guerras largas que se eternizan durante décadas como las de Sudán o Afganistán y que afecta directamente a generaciones.
Hay seres humanos que nacen, viven y mueren en guerra. Fueron niños en la guerra y serán ancianos de la guerra. Especialmente en aquellos países donde la media de vida no llega a los cuarenta años. El Alto Comisionado para los Refugiados de la ONU considera que los conflictos armados "son la fuerza motriz que provocan los flujos migratorios" que afectan a 35 millones de refugiados o desplazados.
La guerra es el gran fracaso del Hombre y también su gran negocio. El pitido inicial coincide con la revalorización de las acciones de las compañías armamentísticas. ¿Cuántas veces se han regenerado las economías en crisis gracias al sufrimiento a miles de kilómetros?
Nuestra pasividad interesada, nuestra atropellada ignorancia y nuestros miedos infinitos nos impiden ver más allá de nuestras fronteras físicas y mentales. Las mentiras que nos cuentan se graban en nuestro subconsciente como píldoras contra el dolor de cabeza. Sucedáneos de periodistas nos dictan las nuevas clases televisivas sobre las catástrofes bélicas con sonrisas perfectas. En las colas de los telediarios y los breves de los periódicos se concentran tal cantidad de sufrimiento humano que daría para llenar el mundo de lágrimas.
Financieros de la guerra
Hace unos meses me llegó un informe titulado 'Financieros de la guerra', escrito por el periodista Alejandro Gutiérrez, corresponsal de la revista Proceso de México, que apareció en el número 1663 del 14 de septiembre de 2008.
La entradilla era impactante: "Instituciones bancarias y empresas multinacionales de España —cuya publicidad afirma que trabajan por el bien de la sociedad— financian la producción de armas o tienen acciones en compañías dedicadas a la industria militar". En la larga lista confluyen el Banco Bilbao Vizcaya Argentaria (BBVA) y el Santander, las empresas energéticas Unión Fenosa (recién adquirida por Gas Natural) e Ibedrola y Telefónica.
En la empresa armamentística Indra (que fabrica misiles, simuladores para aviones de guerra y sistemas de tiro) están presentes, además de la mayoría de las empresas nombradas, Caja Madrid, Casa Grande de Cartagena, Cajastur o Caja Cantabria.
El informe periodístico afirmaba que "las instituciones bancarias no necesitan ser accionistas de empresas fabricantes de equipo militar para financiarlas ya que lo pueden hacer directamente".
Y se basaba en un informe del Centro de Estudios para la Paz J.M. Delás, con sede en Barcelona, para informar que un grupo de bancos, entre ellos el Santander, "suscribió dos acuerdos con la empresa EADS-CASA, fabricantes de aeronaves militares, y la fuerza aérea brasileña para financiar una operación de 544 millones de euros por la compra de doce aviones de combate y la modernización de otros ocho".
Por su parte, el BBVA financió a empresas fabricantes de bombas de racimo o misiles de crucero de varios países mientras los bancos Santander y Banesto y Caixa Cataluña, cuyo máximo responsable es Narcis Serra, antiguo ministro de Defensa, otorgaron un crédito de 300 millones de euros a la empresa Explosivos Alaveses.
¿Nos informan los bancos de lo que hacen con nuestros ahorros?
Las preguntas que caben hacerse son simples: ¿Pueden los bancos o las cajas de ahorro hacer lo que quieran con nuestros ahorros? ¿Nos deberían informar escrupulosamente sobre el destino de cada céntimo para que decidamos si las inversiones nos interesan? ¿Debería el gobierno obligar a los bancos y cajas de ahorro a informar a sus clientes de las inversiones menos transparentes?
Pero el Gobierno es el primero que actúa de forma poco convincente en este negocio a pesar de que la nueva ley de control de exportaciones de armas, aprobada en diciembre de 2007, establece que no deben venderse armas "cuando existan indicios racionales de que puedan ser empleados en acciones que perturben la paz, puedan exacerbar tensiones o conflictos latentes, puedan ser utilizados de manera contraria al respeto debido y la dignidad inherente al ser humano, con fines de represión interna o en situaciones de violación de derechos humanos, tengan como destino países con evidencia de desvíos de materiales transferidos o puedan vulnerar los compromisos internacionales contraídos por España".
Miren la lista siguiente, porque estos son algunos de nuestros clientes preferenciales: Turquía, Arabia Saudita, Marruecos, Ecuador, Colombia, India, Pakistán, Israel, Jordania, Venezuela, Emiratos Árabes Unidos, Filipinas, Indonesia, Singapur, Tailandia, Sri Lanka, Angola, Ghana, Pakistán, Kenia, Burkina Faso, Mauritania. Países que viven situaciones de inestabilidad interna o participan en conflictos bélicos, sufren violaciones de los derechos humanos, dedican más recursos al gasto militar que al desarrollo humano o se encuentran entre los más pobres del mundo, tal como explica el último informe del Centro de Estudios para la Paz J.M. Delàs.
La autora del informe, Tica Font, que es vicepresidenta de Justicia y Paz, realiza una evaluación crítica del Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero: "En un país democrático, el Gobierno no puede utilizar la ley de secretos oficiales para favorecer las exportaciones de armas, ocultando sus decisiones a los ciudadanos. La política que se practica es irresponsable, puesto que las armas empeoran la inestabilidad regional o mundial, favoreciendo el aumento de conflictos latentes y alargan los conflictos existentes".