Sacando a Antonio Ferres del Purgatorio

Recibe un homenaje por el 50 aniversario de su primera novela 'La piqueta'


ÁLVARO CORTINA
El Mundo




Antonio Ferres situó el drama de 'La piqueta' (1959) en esta época en que Madrid que se despide de la primavera con eclosión húmeda de insectos y de alergia. El realismo social comporta una recreación en un Orcasitas periférico, con arroyuelos podridos, excedentes de miseria y ambiente fabril. Estación en fuga ésta, que llena los jardines de la Universidad Complutense de Madrid de nubes de polen.

Este medio siglo de 'La piqueta', primera novela del autor, ha servido para celebrar dos sesiones de congreso, reivindicación y homenaje. Los ponentes, que fueron muy variados, se detuvieron en el rescate del olvido de Ferres y de toda una generación de neorrealismo concienciado a la sombra de los formalismos de Sánchez Ferlosio o Martín Santos.

Había un sano frentismo estético en aquella inquieta camarilla de editores, escritores, críticos... Se buscaba luz en tamaña injusticia y Ferres, allí presente, asentía concienzudamente, y a veces divagaba. Constantino Bértolo se explicó en la Complutense:"Habría que alegrarse de que Ferres esté en el Purgatorio y no en el Infierno, como otros compañeros de generación... Se les acusó de proselitismo de izquierdas y de simplicidad. Parece que la idea de complejidad es de personajes en interna contradicción. La complejidad es un lujo de la clase burguesa, los problemas de los trabajadores se desdeñan como esquemáticos y estructurales".

Los personajes de Ferres, que viven en derrota y posguerra periférica, se ven movidos por problemas acuciantes, por una cuenta atrás. "Dicen que salió una ley para que no hubiera más chabolas y que nosotros la hemos hecho después", dice Andrés, en 'La piqueta'. La comitiva fiera de los delegados con piqueta amenaza el hogar, el chamizo de unos andaluces recién llegados a Lavapiés.

Una generación izquierdista y proletaria

"Esta novela, además de su retrato social e histórico, habla de procesos que nos acorralan día a día", comentó Javier Santillán, editor de la obra y de varios títulos del autor homenajeado en su sello Gadir. Santillán, que achaca el desconocimiento de Ferres a una falta de digestión de la literatura reciente en España, aseguró que cada lector que descubre a Ferres es un lector ganado.

Almudena Grandes ilustró esto, en la sesión de tarde (en la Biblioteca Histórica Marqués de Valdecilla): "Cuando se descubre a un autor tan tardíamente uno adquiere un compromiso mayor por conseguir nuevos lectores".

En cierto modo, las mesas redondas y los foros, se vivificaron, cómplices, en torno a esta sentencia de compromiso. Acudieron compañeros de esta generación al acto. Generación izquierdista y proletaria llamada (despectivamente) 'generación de la berza'.

Corriente literaria de títulos sustantivos, simples, simbólicos y obreros: 'La mina' de Armando López Salinas (presente) , 'Central eléctrica', de Jesús López Pacheco (presente) o 'La zanja, de Alfonso Grosso (fallecido).

El escritor Andrés Sorel afirmó que frente a estos miembros del PCE, el Grupo de Barcelona, Esther Tusquets y Carlos Barral eran señoritos que "jugaban a la izquierda". El objetivismo desnudo de Ferres ha sido tachado de mera literatura política. El foro se escandalizaba cuando cosas así se decían. Manuel Borrás, Editor de Pre-textos habló de "ostracismo". Después se lamentó: "¡Cuando conseguiremos liberarnos de tanto cliché y tanta beatería!".

Ferres, su verbo, y sus tardes grises de merendero, de jóvenes con la corbata de los domingos, su sobriedad desolada, fueron comparados con infinidad de escritores. Salieron los nombres de Faulkner (por su "repetida obsesión por los vencidos", como él mismo ha dicho), Gamoneda, Cela, los neorrealistas Pavese y Vittorini, Baroja, Sthendal o Aldecoa. Y Ferres delante. Como para ruborizarse.

Se alabó la discreción estilística e intencional (combativa en el detalle) del homenajeado, que le llevó a pasar las censuras sin cortes. El crítico Manuel Rico habló de una "vocación de totalidad" del madrileño. 'La piqueta', novela central en la obra de Ferres aun siendo la primera, inspiró elogios y defensas en la poblada camarilla de adeptos. En la narración se pronuncia una frase escéptica que define casi el sesgo crítico del mismo Ferres: "Lo que pasa es que la vida está hecha un lío". Digna de Mafalda.

La gestión de los silencios

Esa "emoción de raíz ética" (que dijo Fanny Rubio) y la destreza de lo prístino, capacidad "para lo significativo" (que dijo Gustavo Martín Garzo), hacen de Ferres un modelo... dentro de las muchas cosas que puede ser literatura. Frente aparte y berza aparte. Almudena Grandes habló de elegancia, de una proverbial "gestión de silencios".

Es verdad. En el interior de las chabolas del Orcasitas en estío incipiente de 'La piqueta' el silencio pesa más que el mobiliario. Las palabras son de ricos. Hay luces trágicas. Y afuera, la calles sin urbanizar, con aspecto retorcido de cicatriz, por donde igual vienen los de la piqueta con los guardias civiles.

Aquello que canta Loquillo (con base en The Clash) de "luché contra la ley y la ley ganó" es demasiado lejano. Porque aquí no hay lucha, eso es demasiado rock, la derrota está inoculada en las conciencias de 'La piqueta'. Con Ferres no hay niños combativos en el barco de Chanquete. Silencio y un geranio sembrado en una lata de conservas. "Aún no nos hemos hecho cargo de la talla de este escritor", dijo Santillán.