Scott H. Biram: un día cualquiera en Texas


ALEJANDRO ARTECHE
Soitu



Si te lo encontraras en una gasolinera de una carretera secundaria saldrías corriendo. Es el tipo con el que nunca te subirías a un coche, aunque llevases todo el día haciendo dedo bajo la lluvia. Scott H. Biram, un 'redneck' en estado puro.

Se denomina a él mismo como un 'dirty old one man band' y sus discos están llenos de punk, hillbilly, country, sonidos sureños, experimentaciones… y todo al más alto low-fi. No, no es una incongruencia. Mientras otros artistas se dedican a trabajar horas y horas puliendo el sonido de sus lps en carísimos estudios de grabación, Scott H. Biram prefiere grabar con su vieja guitarra Gibson del 59, una percusión acoplada al pie para marcar el ritmo y micrófonos viejos, algunos de los cuales estropea para modificar su voz y que esta parezca salida directamente de la cocina de la familia de la matanza de Texas.

Es incapaz de dejar indiferente a cualquiera que haya escuchado su música y, menos aún, si le ha visto en directo. O le amas o te horroriza. Tras uno de sus conciertos, el cantante Kris Kristofferson le dijo sobre su actuación que "era algo bastante difícil y duro de seguir". Tiene infinidad de seguidores por todo el mundo, que le adoran y le temen a partes iguales.

A mediados de mayo se cumplirán seis años desde el fatal accidente que estuvo a punto de llevarse a Scott H. Biram al otro barrio. Un camión enorme le atropelló dejándolo casi muerto. Las dos piernas rotas, un pie y un brazo fracturado y parte del intestino que hubo que quitar en quirófano fueron el resultado del accidente que casi termina con el músico que toca los sonidos que se escuchan a las puertas del infierno, tal y como ha llegado a definirle la prensa especializada americana.

Y cuando parecía que las cosas empezaban a ir bien, tras mucho tiempo ingresado en el hospital con operaciones y rehabilitación, Scott se encontraba de gira por Europa el pasado mes de marzo. Conciertos en diez países durante mes y medio. Francia, Bélgica, Irlanda, Holanda, Alemania… para presentar su nuevo disco, 'Something’s wrong/lost forever'. Estaba en el sur de Francia y su furgoneta paró para repostar gasolina. Llovía, Scott salió para tirar basura, resbaló en el agua y cayó al suelo con tan mala fortuna que se rompió la pierna con una no muy buena fractura, lo cual en su estado significó tener que volver a operar, poner clavos y añadir más metralla a sus maltrechos huesos. Y suspensión de la gira, claro.

Las 11 canciones (más una introducción) que componen 'Something’s wrong/lost forever' —y que comenzaron a grabarse en julio de 2007— están llenas de dramatismo y agresividad a partes iguales, lo mismo que el comportamiento que durante la convalecencia tuvo muchas veces Scott H. Biram a cuenta de la medicación que tenía que tomar tras el accidente y que hacía que tuviese un carácter bipolar.

Como muchos otros músicos comprometidos del country contestatario, Scott H. Biram es seguidor de Obama. Ya veíamos en su reciente gira española a Stacey Earle y Jason Ringenberg cómo portaban enormes carteles pegados a sus guitarras con el nombre del primer presidente americano negro. Scott vio la elección de Obama descansando en la casa francesa de su promotor de gira para Europa y define el momento como una "experiencia histórica inolvidable, sólo comparable a ver la llegada del hombre a la luna".

El sonido de un órgano de iglesia, o el de un charlatán sectario, ¿quién sabe?, abre 'Time flies', el tema con el que comienza el disco. A los pocos segundos una hipnotizante guitarra y una voz venida de las profundidades del dolor. ¿Está roto el equipo de música? No, es Scott H. Biram con sus micrófonos trucados invitándote a su aquelarre privado. Hasta lo que podría ser la típica balada pastosa de country blandengue que llora por amores perdidos, se convierte en otro de los temas del nuevo disco, 'Still drunk, still crazy, still blue', en algo siniestro . Por no hablar de la contagiosa armónica de 'Ain’t it a shame' escapada de los campos de trabajo para bailar toda la noche encima de alguna tumba. Los chicos malos de pueblos remotos tejanos son así.

No es blues, no es country, no es folk, ni rock' n' roll. Es algo único que se te mete muy dentro, se pega a los huesos y no puedes escapar de él. No se puede explicar, hay que coger el disco, ponerlo y dejarse llevar en un viaje del que no hay retorno. Es como cuando a los habitantes de Twin Peaks les poseía Bob. Tras escuchar a Scott H. Biram ya no hay marcha atrás.