Tom Ripley, Patricia Highsmith (Anagrama)


GERMÁN GULLÓN
El Mundo




La novela norteamericana de los años 50 y 60 amplió el interés del lector hacia el lado oscuro de la realidad con obras como A sangre fría (1966), de Truman Capote, donde dos psicópatas asesinan gratuitamente a una familia de granjeros de Kansas. En ese contexto hay que situar la narrativa de Patricia Highsmith (Texas, 1921-Locarno, 1995), quien sondeará en sus ficciones la mente amoral del delincuente. No se trata de una exploración freudiana, sino del reconocimiento de la existencia de la maldad humana, nuestro lado hobbesiano. The Times eligió a la autora como la mejor escritora de novelas de crimen de la historia, por delante de Simenon y de Agatha Christie.

Cuando un autor necesita inventar las entrañas de los personajes recurre a la imaginación y a su propia experiencia. Las vivencias de Tom Ripley, el fascinante neurótico, psicópata, frío asesino, el protagonista de las cinco novelas reunidas en este volumen que inaugura una nueva colección de Anagrama que festeja su 40 cumpleaños, no son precisamente comunes; quizás la complicada biografía de Highsmith constituyó un perfecto caldo para el cultivo de una personalidad tan llena de desviaciones. Su padre nunca figuró en su vida; sí su madre, aunque en exceso. Esta relación la marcó para siempre, convirtiéndola en una persona de difícil trato. Se salvó gracias a la decidida vocación por las letras, evidente ya en la adolescencia, y redondeada por la educación recibida en el exclusivo Barnard College de Nueva York. Tras años de trabajo para diversas editoriales, redactó, por consejo de Capote Extraños en un tren (1950), su éxito inicial. Fue una mujer infeliz, solitaria, alcohólica, y su lesbianismo nunca floreció en un amor constante. En 1963 abandonó EE.UU. y marchó a Inglaterra, de allí a Francia (1967) y Suiza (1981).

De entre sus 22 novelas hay cinco protagonizadas por Ripley. Forman una serie informalmente conocida como la Ripliada. La primera entrega llevaba el título original de El talento de Mr. Ripley (1955), aquí reemplazado por el de la película que se hizo de la misma, A pleno sol,(1960), donde Alain Delon desempeñaba el papel de Tom -Matt Damon lo asumirá en otra versión (1999)-. Le conocemos a los 25 años, cuando vive miserablemente en Nueva York y se gana la vida trampeando. La suerte le pone en contacto con un millonario que desea que su hijo, Dickie Greenleaf, que vive en Italia con su novia, regrese a EE.UU. y asuma sus responsabilidades. Ripley acepta el encargo y, tras hacerse amigo de Dickie, lo asesina y se apodera de su identidad. Lo extraordinario es que no estamos ante un thriller de desarrollo predecible en el que el malo comete un crimen y, abrumado por el peso de la culpa, acaba siendo descubierto. No, esta novela es psicológica. Lo sucedido lo conocemos a través del punto de vista de Ripley, quien expondrá los hechos como un psicópata, carente de conciencia de culpa. Este hombre tímido resulta incapaz de experimentar emociones fuertes; mata sin sentir. Nada en Ripley parece bien definido, ni llegamos a saber si es homosexual o no.

Cuando encontramos a Tom de nuevo en La máscara de Ripley (1970) ya tiene unos años más, unos 30, y está casado con una elegante y rica mujer, Heloise. Reside en una villa lujosa cerca de París, dedicado a disfrutar de sus pasiones artísticas, la pintura y la música. Esta imagen oculta el lado turbio de su vida, su relación con una trama para vender cuadros falsos del pintor muerto Derwatt. Un coleccionista norteamericano descubre el engaño, amenaza con destapar la trama y acabará asesinado. Ripley actúa con la frialdad que le caracteriza ya en la novela anterior. Existe una película en la que Barry Peer hace de Ripley.

El amigo americano (1974), cuyo título original se traduce literalmente como El juego de Ripley, es la mejor del conjunto. Quizás porque aquí no sólo encontramos la conciencia de Ripley, o su falta de ella, contrastada por el verdadero sentido de conciencia de su víctima, Jonathan Trevanny. Durante una fiesta, Tom escucha a Jonathan acusarle de tener mucho dinero y poco gusto, e idea por ello una sutil venganza. Trevanny está enfermo de leucemia y carece de medios económicos, por ello le propone que asesine por dinero, pues así podrá dejar bien situados a su mujer e hijo. Trevanny, horrorizado en principio, acaba accediendo y se ve inmiscuido en una ronda de asesinatos. John Malkovich desempeñó el papel de Ripley en una de las dos películas realizadas.

En la cuarta entrega, Tras los pasos de Ripley (1980), nuestro asesino sigue disfrutando de la vida muelle en su mansión. Allí le encuentra un joven norteamericano, Billy Frank Pierson, autor, adivina enseguida Ripley, de un parricidio en su país. Lo más interesante del libro es la visita que realiza con el muchacho a un bar gay en Berlín, donde Ripley se encuentra a gusto. Su simpatía hacia los homosexuales nos recuerda el atractivo sentido hacia Dickie, el joven heredero de la primera entrega. Ripley en peligro (1991), la última novela de la serie, ofrece aún una cara más madura del personaje. Una pareja de americanos, David y Janice Pritchard, aparecen en el pueblo donde Tom y su Heloise disfrutan de la vida de lujo y placer. Los Pritchard conocen la reputación de Ripley, y saben también de, al menos, dos de sus asesinatos, el de Dickie y el del marchante de arte Murchinson, y quieren chantajearle.

Nuestra autora posee un talento excepcional, y su representación de lo humano agazapado en la sombra, en la línea iniciada por Poe y que pasa por Kafka, encontró en la creación de Tom Ripley una forma artística y socialmente provocativa de explorar la supuesta santidad de la vida siempre truncada por la muerte, causada naturalmente o por una mano asesina.