Un levantamiento de libro

Contra todo. Manifiestos, ensayos y poemarios escritos contra un mundo que se desmorona

PEIO H. RIAÑO
Público




"No es tiempo para camisetas", se lee estos días en una pared de un barrio próximo a la Feria del Libro de Madrid, que entra en su último fin de semana. Coincide con el desembarco de varios llamamientos a la rebelión por escrito, con uno de los tonos más descarados y tajantes que se han podido ver en los últimos años: La insurrección que viene (Melusina) y Llamamiento y otros fogonazos (Acuarela). Como las leyendas en las paredes, ninguno de los dos libros está firmado por nadie y justamente su anonimato ha despertado las operaciones antiterroristas más absurdas en Francia, al tiempo que se han convertido en obras de referencia para lograr el vuelco de "un mundo en ruinas".

Lo que le falta a las camisetas es echar a andar, parece explicar desde las primeras páginas del libro el Comité invisible, grupo encargado de La insurrección que viene, en el que alientan a superar la palabra y ponerse en marcha. "Ya no hay que esperar una iluminación, la revolución, el apocalipsis nuclear o un movimiento social. Seguir esperando es una locura. La catástrofe no es lo que viene, sino lo que hay. Nosotros nos situamos, desde ahora y en adelante, en el movimiento de derrumbe de una civilización. Es ahí donde hay que tomar partido", cuentan en el texto. Para el grupo "nada parece menos probable que una insurrección, pero nada resulta más necesario".

La insurrección que proponen consta de varios pasos para alcanzar la toma: uno, aprovechar cualquier crisis; dos, sabotear toda instancia de representación, generalizar la palabra y abolir las asambleas generales; tres, bloquear la economía; cuatro, liberar el territorio de la ocupación policial y evitar en la medida de lo posible el enfrentamiento directo; cinco, estar armados, y hacer todo lo posible para que su uso sea superfluo; seis, deponer localmente a las autoridades, y siete, todo el poder para las comunas.

Tumbar al capitalismo

A pesar del evidente llamamiento a la acción, La insurrección que viene es un lúcido tratado que analiza la situación por la que pasa la sociedad contemporánea: "La crisis es una manera de gobernar. Cuando este mundo parece no tener otra forma de sostenerse que mediante la gestión infinita de su propia derrota", por eso proponen esta movilización para "tumbar definitivamente al capitalismo".

Defienden que se elabore una nueva idea del comunismo y acabar con aquellos que hace 30 o 40 años se sublevaron contra la moral de sus padres, porque esos mismos son los encargados de reducir las protestas de los últimos años, desde las revueltas en Argelia en la primavera de 2001 hasta las del invierno de 2008 en Grecia, a una cuestión generacional. "Si es que no lo reducen a un efecto previsible de la adolescencia", escriben. Porque en realidad es este un manifiesto contra el olvido, contra la posibilidad de que todo levantamiento desaparezca por perderse en el intento.

Este libro está firmado con un nombre de colectivo imaginario. "Sus redactores no son los autores", se puede leer. "Se han convertido en los escribas de la situación". Otro libro de reciente publicación, La movilización global (Traficantes de sueños) también habla de la fuerza del anonimato. En este caso, su autor, Santiago López Petit, advierte de que el anonimato es lo que nos permite ejecutar la decisión hasta el final. "El anonimato tiene toda la fuerza", dice el pensador. Pone el mejor ejemplo: el grito de "¡No a la guerra!", lanzado desde la fuerza del anonimato de la masa.

López Petit además habla de la "política nocturna", como aquella que ha roto con las categorías políticas de la modernidad, cuyo objetivo es que el malestar social y la fuerza del anonimato se logre expresar con toda libertad: "La política nocturna intenta construir una gramática de gestos radicales", dice el autor de La movilización global.

"Política nocturna es aquella que busca por todos los medios agujerear la realidad", porque el anonimato es el lugar donde la gente pierde el miedo. Aclara que este tipo de política es "la que ya no espera nada, ni se basa en ninguna esperanza y eso nos hace más libres".

Material inflamable

"Nos quema entre las manos", aclaran los editores de Llamamiento y otros fogonazos en el prólogo para referirse a un texto crítico y radical que en sus orígenes no estuvo pensado para que se vinculara con los canales comerciales de la edición de libros. De ese pequeño libro marrón, que apareció en 2003 en París, se lanzaron varios miles de ejemplares.

Como buen manifiesto, llama a un levantamiento de almas: "Frente a la evidencia de la catástrofe, están los que se indignan y los que toman nota, los que denuncian y los que se organizan. Estamos del lado de los que se organizan", escriben los autores en la primera página del llamamiento. Como La insurrección que viene, quiere pasar a la acción, porque "se nos enseñó tan bien, que todas las palabras faltan cuando queremos gritar".

No escatima en vehemencia polémica al asegurar que la situación es tan catastrófica, que "la urgencia de la situación nos libera de toda consideración de legalidad o de legitimidad". También: "La perspectiva de formar bandas no nos espanta; la de ser tomados por una mafia más bien nos divierte". Más: "Por un lado, queremos vivir el comunismo. Por el otro, queremos propagar la anarquía".

La invitación de este libelo a "quienes escuchen" es a "acabar de una vez por todas con el pasado" para provocar que suceda algo nuevo.

Pero la palabra también aparece como arma arrojadiza para luchar contra la injusticia. Martín Estrada (Nueva York, 1957) es la viva imagen del otro EEUU. La crítica le ha calificado como el Neruda de los poetas norteamericanos o el autor latino por excelencia de su generación. Y lo cierto es que pocos poetas estadounidenses elevan la temperatura del debate literario y político con tal eficacia, anclada en la más rigurosa actualidad. Buena prueba de este talante crítico es la antología que se acaba de publicar en El Gaviero: Soldados en el jardín.

La agitación también conmueve y Martín retoma la tradición de la poesía social, contra el poder militar y las inmoralidades que se cometen contra los inmigrantes. Y saque a los soldados de nuestros jardines, como en el poema que da título al libro en el que se recoge la fatídica noche que los soldados tomaron la casa de Neruda. "Durante treinta años/ hemos andado en busca/ de otro sortilegio/ que consiga que los soldados/ se esfumen del jardín".

Ana Santos, su editora, dice que la poesía de Martín Espada es capaz de hacer desaparecer las armas, pero también todo rastro de sobrepeso lírico para montar unas crónicas ásperas y muy sarcásticas contra el rastro sangriento de la explotación.