Su leyenda contenía belleza, malditismo y una muerte prematura. Conciertos de homenaje y un disco de versiones celebran el 40º aniversario del primer álbum de Nick Drake
MIKEL ITURRIAGA
El País
No han oído ustedes a Nick Drake?, escribió Nick Hornby en su novela de suicidas En picado. "Es como si lograra la más pura esencia de la melancolía de este mundo, de todos los infortunios y todos los sueños rotos a los que has debido renunciar y la vertiera en un diminuto frasco y lo tapara. Y cuando empieza a tocar y a cantar, es como si destapara el frasco y tú pudieras percibir su aroma. Te sientes pegado al asiento, como si estuvieras ante un muro de ruido, pero no lo estás, porque es quietud, y silencio, y no quieres ni respirar para no espantar el prodigio".
Hornby glosaba así una de las mayores virtudes de la música de Nick Drake: la capacidad para transmitir una honda tristeza y, a la vez, de proporcionar una dulce paz. Un talento que, sumado a una biografía candidata al oscar a la existencia más miserable y coronada por su muerte en 1974, cuando sólo tenía 26 años, ha erigido al británico en el cantautor de culto por excelencia del pop británico.
Este verano, el 1 de septiembre, se celebra el 40º aniversario de la publicación del primer álbum de Nick Drake, Five leaves left. Coincidiendo con esta efeméride, la discográfica del cantautor Jack Johnson, Brushfire Records, anunció que este año se publicará un disco en el que artistas estadounidenses como Eddie Vedder (Pearl Jam), Dave Grohl (Foo Fighters) o Norah Jones reinterpretarán temas del británico.
También se dijo, y posteriormente se desmintió, que el álbum incluiría un DVD con el vídeo experimental de Black eyed-dog que rodó uno de sus admiradores más cercanos a la obsesión, el actor Heath Ledger. El contenido del clip, en una de cuyas escenas Ledger parece ahogarse en una bañera, y las circunstancias de su muerte, tan cercanas a las de Drake -ambas se produjeron por sobredosis de medicamentos-, debieron de disuadir a sus herederos legales, que han preferido mantenerlo inédito.
Al otro lado del Atlántico, en Birmingham (Reino Unido), una cohorte de músicos participaron en un concierto de homenaje en mayo. Allí estaban Beth Orton, Stuart Murdoch (Belle & Sebastian), Martha Wainwright, Robyn Hitchcock o el ex Blur Graham Coxon, invocando el espíritu de su ídolo y reconociendo la inmensa influencia que ha supuesto en sus respectivas carreras. En España, donde el cantautor cuenta con sus seguidores, pero es un desconocido para la mayoría, la discográfica Acuarela organizó en junio un recital en Madrid, en el que participaron tres artistas extranjeros: Lozninger, Mary Hampton y Mi and L'au. Laurent Leclere, miembro de esta última formación, explicaba así la pervivencia del legado de Drake: "Un genio no puede ser olvidado. Puede morir antes de ser reconocido, pero vuelve a aparecer tarde o temprano. Es lo que pasó con Rimbaud o con otros, y es lo que pasa ahora con Nick Drake. Por una parte es trágico, pero por otra tiene algo de magia".
La figura de Drake también ha estado presente en la celebración del 50º cumpleaños del sello que publicó sus discos, Island, que ha incluido canciones y fotos suyas en el recopilatorio, la exposición y el libro conmemorativos. Lo que no habrá, según sus responsables, serán reediciones específicas del cantautor ni nuevos lanzamientos con rarezas, entre otras cosas porque la práctica totalidad de sus registros sonoros ya han sido explotados en discos y cajas editadas en los últimos años.
Y es que el revival empezó hace ya más de una década, cuando Nick Drake se convirtió en el músico oscuro al que citaban artistas como Robert Smith -que puso nombre a los Cure por una canción suya-, Paul Weller o R.E.M, y también estrellas del cine como Brad Pitt. Su leyenda lo tenía todo para resultar atractiva: el misterio -no existe ninguna imagen suya grabada de adulto, y sólo concedió una entrevista en toda su vida-, el malditismo, la belleza distante de sus fotos y la tragedia de su muerte prematura, tan propia de los mitos del rock.
Su obra comenzó a aparecer en las listas de los mejores álbumes de la historia de las publicaciones anglosajonas más prestigiosas, y el diario The Guardian coronó su segundo trabajo, Bryter later, como el disco alternativo más importante de todos los tiempos. Un anuncio de Volkswagen con la música de Pink moon dio el impulso definitivo, y los discos de Drake comenzaron a venderse en cantidades que centuplicaban las paupérrimas cifras facturadas en el momento de su lanzamiento. El mundo supo entonces quién era Nick Drake, si es que se puede decir algo así de un personaje tan hermético como él. Nacido en 1946 en la Birmania colonial, Nick se trasladó a los seis años con su familia al Reino Unido, donde vivió una plácida y silenciosa infancia en la campiña inglesa. Los ambientes bucólicos marcarían para siempre la música del cantautor, tanto como las frágiles canciones de su madre, compositora aficionada.
Tras pasar por la Universidad de Cambridge, donde según cuentan sus amigos estuvo más tiempo fumando porros y tocando la guitarra que en clase, Drake se mudó a Londres con la intención de abrirse camino como músico. El productor Joe Boyd le vio tocar y, fascinado por su intensidad, lo apadrinó y le consiguió un contrato con Island.
Five leaves left (Cinco hojas restantes), cuyo título hace referencia al aviso que aparece en los librillos de papel de fumar cuando están a punto de acabarse, se publicó en 1969. Y hoy suena igual de fresco, contemporáneo y relevante que el primer día. "Para mí es su mejor disco", asegura el escritor y fan de Drake Rodrigo Fresán. "Y no sólo por su trabajo, sino por los exquisitos arreglos de cuerda, que son monumentales".
"Era distinto a todos los cantautores de su época", añade el músico Nacho Vegas. "Ninguno era tan trágico ni tan perturbador como él; no había nada ñoño en su música. Todos sus hallazgos han sido muy imitados por gente como yo, pero ninguno lo hemos alcanzado". Otro músico influido por Drake, el ex Le Mans Ibon Errazkin, incide en "las composiciones y los arreglos", y en la forma "muy limpia y muy exacta" de tocar la guitarra. Para Laurent Leclere, Drake "cogió el blues de Robert Johnson y les dio la vuelta a los acordes hasta convertirlos en música clásica".
A pesar de sus innovaciones, Five leaves left fue un rotundo fracaso comercial. En él no había alegría, ni estribillos tarareables, ni nada que conectara con los hijos de la era de Acuario. "El momento en el que apareció era desconcertante", explica Fresán. "En plena euforia psicodélica, él era un romántico sensible y oscuro. Entiendo que en su discográfica apostaran por Cat Stevens: él era la melancolía, mientras que Drake era la depresión".
Otras circunstancias tampoco ayudaron. Hombre de pocas palabras, introvertido hasta la exasperación, Drake se negaba a hacer ningún tipo de promoción. Las actuaciones en bares eran un completo desastre: como cada canción requería una afinación diferente, él pasaba largos ratos ajustando su guitarra, mientras el público no paraba de hablar. Drake acabó negándose a tocar, y "la discográfica llegó a hacer presentaciones con un troquel gigante de su figura y el disco sonando de fondo", recuerda Fresán.
"La falta de promoción y de conciertos fue la causa de que no alcanzara el éxito, y no que su música fuera adelantada a su tiempo", asegura el músico Nacho Vegas. "No hizo nada para tener repercusión". "Supongo que era muy narcisista", añade Ibon Errazkin. Testigos directos, como Jerry Gilbert -el único periodista que le entrevistó-, avalan esta visión no tan beatífica del cantautor: "Siendo malo, se podría decir que era un niño mimado que iba por ahí compadeciéndose de sí mismo".
El artista trató de reconducir su carrera con Bryter later (1970), un álbum más "feliz", jazzístico y orquestado. Pero las ventas fueron igual de decepcionantes. Lo mismo ocurrió con el tercer y último intento, Pink moon (1972). "Es curioso que la carrera de Drake no estuvo marcada por las ambiciones artísticas, sino por la desesperación económica", opina Fresán. "El segundo disco lo intentó hacer más comercial, y el tercero es acústico porque ya no había pasta".
Amargado por la falta de reconocimiento, abandonado hasta en su higiene personal y cada vez más hundido en la depresión, Drake dejó Londres y volvió a vivir a casa de sus padres. "Había rechazado el mundo. Nada le hacía feliz", recuerda su madre en el documental de la BBC Un extraño entre nosotros. "Me dijo que había fracasado en todo lo que había intentado".
El 25 de noviembre de 1974, Nick Drake apareció muerto en su cama. Había ingerido una dosis letal de los antidepresivos recetados por su psiquiatra. Su familia se resiste a creer que fuera un suicidio, porque Drake se había mostrado animado y dispuesto a retomar su carrera en los días anteriores. "Me gusta mucho lo que dijo su hermana sobre el tema", afirma Laurent Leclere. "Probablemente se las tomó pensando: 'Si me levanto, es un nuevo comienzo, y si no, bueno, entonces ya está".
"Hay una figura legal entre el accidente y el suicidio, que se utilizó cuando murió el escritor Malcolm Lowry", concluye Rodrigo Fresán. "Fue 'dead by misadventure' [muerte por desventura]. Creo que es la más apropiada para Nick Drake".
Hornby glosaba así una de las mayores virtudes de la música de Nick Drake: la capacidad para transmitir una honda tristeza y, a la vez, de proporcionar una dulce paz. Un talento que, sumado a una biografía candidata al oscar a la existencia más miserable y coronada por su muerte en 1974, cuando sólo tenía 26 años, ha erigido al británico en el cantautor de culto por excelencia del pop británico.
Este verano, el 1 de septiembre, se celebra el 40º aniversario de la publicación del primer álbum de Nick Drake, Five leaves left. Coincidiendo con esta efeméride, la discográfica del cantautor Jack Johnson, Brushfire Records, anunció que este año se publicará un disco en el que artistas estadounidenses como Eddie Vedder (Pearl Jam), Dave Grohl (Foo Fighters) o Norah Jones reinterpretarán temas del británico.
También se dijo, y posteriormente se desmintió, que el álbum incluiría un DVD con el vídeo experimental de Black eyed-dog que rodó uno de sus admiradores más cercanos a la obsesión, el actor Heath Ledger. El contenido del clip, en una de cuyas escenas Ledger parece ahogarse en una bañera, y las circunstancias de su muerte, tan cercanas a las de Drake -ambas se produjeron por sobredosis de medicamentos-, debieron de disuadir a sus herederos legales, que han preferido mantenerlo inédito.
Al otro lado del Atlántico, en Birmingham (Reino Unido), una cohorte de músicos participaron en un concierto de homenaje en mayo. Allí estaban Beth Orton, Stuart Murdoch (Belle & Sebastian), Martha Wainwright, Robyn Hitchcock o el ex Blur Graham Coxon, invocando el espíritu de su ídolo y reconociendo la inmensa influencia que ha supuesto en sus respectivas carreras. En España, donde el cantautor cuenta con sus seguidores, pero es un desconocido para la mayoría, la discográfica Acuarela organizó en junio un recital en Madrid, en el que participaron tres artistas extranjeros: Lozninger, Mary Hampton y Mi and L'au. Laurent Leclere, miembro de esta última formación, explicaba así la pervivencia del legado de Drake: "Un genio no puede ser olvidado. Puede morir antes de ser reconocido, pero vuelve a aparecer tarde o temprano. Es lo que pasó con Rimbaud o con otros, y es lo que pasa ahora con Nick Drake. Por una parte es trágico, pero por otra tiene algo de magia".
La figura de Drake también ha estado presente en la celebración del 50º cumpleaños del sello que publicó sus discos, Island, que ha incluido canciones y fotos suyas en el recopilatorio, la exposición y el libro conmemorativos. Lo que no habrá, según sus responsables, serán reediciones específicas del cantautor ni nuevos lanzamientos con rarezas, entre otras cosas porque la práctica totalidad de sus registros sonoros ya han sido explotados en discos y cajas editadas en los últimos años.
Y es que el revival empezó hace ya más de una década, cuando Nick Drake se convirtió en el músico oscuro al que citaban artistas como Robert Smith -que puso nombre a los Cure por una canción suya-, Paul Weller o R.E.M, y también estrellas del cine como Brad Pitt. Su leyenda lo tenía todo para resultar atractiva: el misterio -no existe ninguna imagen suya grabada de adulto, y sólo concedió una entrevista en toda su vida-, el malditismo, la belleza distante de sus fotos y la tragedia de su muerte prematura, tan propia de los mitos del rock.
Su obra comenzó a aparecer en las listas de los mejores álbumes de la historia de las publicaciones anglosajonas más prestigiosas, y el diario The Guardian coronó su segundo trabajo, Bryter later, como el disco alternativo más importante de todos los tiempos. Un anuncio de Volkswagen con la música de Pink moon dio el impulso definitivo, y los discos de Drake comenzaron a venderse en cantidades que centuplicaban las paupérrimas cifras facturadas en el momento de su lanzamiento. El mundo supo entonces quién era Nick Drake, si es que se puede decir algo así de un personaje tan hermético como él. Nacido en 1946 en la Birmania colonial, Nick se trasladó a los seis años con su familia al Reino Unido, donde vivió una plácida y silenciosa infancia en la campiña inglesa. Los ambientes bucólicos marcarían para siempre la música del cantautor, tanto como las frágiles canciones de su madre, compositora aficionada.
Tras pasar por la Universidad de Cambridge, donde según cuentan sus amigos estuvo más tiempo fumando porros y tocando la guitarra que en clase, Drake se mudó a Londres con la intención de abrirse camino como músico. El productor Joe Boyd le vio tocar y, fascinado por su intensidad, lo apadrinó y le consiguió un contrato con Island.
Five leaves left (Cinco hojas restantes), cuyo título hace referencia al aviso que aparece en los librillos de papel de fumar cuando están a punto de acabarse, se publicó en 1969. Y hoy suena igual de fresco, contemporáneo y relevante que el primer día. "Para mí es su mejor disco", asegura el escritor y fan de Drake Rodrigo Fresán. "Y no sólo por su trabajo, sino por los exquisitos arreglos de cuerda, que son monumentales".
"Era distinto a todos los cantautores de su época", añade el músico Nacho Vegas. "Ninguno era tan trágico ni tan perturbador como él; no había nada ñoño en su música. Todos sus hallazgos han sido muy imitados por gente como yo, pero ninguno lo hemos alcanzado". Otro músico influido por Drake, el ex Le Mans Ibon Errazkin, incide en "las composiciones y los arreglos", y en la forma "muy limpia y muy exacta" de tocar la guitarra. Para Laurent Leclere, Drake "cogió el blues de Robert Johnson y les dio la vuelta a los acordes hasta convertirlos en música clásica".
A pesar de sus innovaciones, Five leaves left fue un rotundo fracaso comercial. En él no había alegría, ni estribillos tarareables, ni nada que conectara con los hijos de la era de Acuario. "El momento en el que apareció era desconcertante", explica Fresán. "En plena euforia psicodélica, él era un romántico sensible y oscuro. Entiendo que en su discográfica apostaran por Cat Stevens: él era la melancolía, mientras que Drake era la depresión".
Otras circunstancias tampoco ayudaron. Hombre de pocas palabras, introvertido hasta la exasperación, Drake se negaba a hacer ningún tipo de promoción. Las actuaciones en bares eran un completo desastre: como cada canción requería una afinación diferente, él pasaba largos ratos ajustando su guitarra, mientras el público no paraba de hablar. Drake acabó negándose a tocar, y "la discográfica llegó a hacer presentaciones con un troquel gigante de su figura y el disco sonando de fondo", recuerda Fresán.
"La falta de promoción y de conciertos fue la causa de que no alcanzara el éxito, y no que su música fuera adelantada a su tiempo", asegura el músico Nacho Vegas. "No hizo nada para tener repercusión". "Supongo que era muy narcisista", añade Ibon Errazkin. Testigos directos, como Jerry Gilbert -el único periodista que le entrevistó-, avalan esta visión no tan beatífica del cantautor: "Siendo malo, se podría decir que era un niño mimado que iba por ahí compadeciéndose de sí mismo".
El artista trató de reconducir su carrera con Bryter later (1970), un álbum más "feliz", jazzístico y orquestado. Pero las ventas fueron igual de decepcionantes. Lo mismo ocurrió con el tercer y último intento, Pink moon (1972). "Es curioso que la carrera de Drake no estuvo marcada por las ambiciones artísticas, sino por la desesperación económica", opina Fresán. "El segundo disco lo intentó hacer más comercial, y el tercero es acústico porque ya no había pasta".
Amargado por la falta de reconocimiento, abandonado hasta en su higiene personal y cada vez más hundido en la depresión, Drake dejó Londres y volvió a vivir a casa de sus padres. "Había rechazado el mundo. Nada le hacía feliz", recuerda su madre en el documental de la BBC Un extraño entre nosotros. "Me dijo que había fracasado en todo lo que había intentado".
El 25 de noviembre de 1974, Nick Drake apareció muerto en su cama. Había ingerido una dosis letal de los antidepresivos recetados por su psiquiatra. Su familia se resiste a creer que fuera un suicidio, porque Drake se había mostrado animado y dispuesto a retomar su carrera en los días anteriores. "Me gusta mucho lo que dijo su hermana sobre el tema", afirma Laurent Leclere. "Probablemente se las tomó pensando: 'Si me levanto, es un nuevo comienzo, y si no, bueno, entonces ya está".
"Hay una figura legal entre el accidente y el suicidio, que se utilizó cuando murió el escritor Malcolm Lowry", concluye Rodrigo Fresán. "Fue 'dead by misadventure' [muerte por desventura]. Creo que es la más apropiada para Nick Drake".