La histeria laborista por atajar cualquier trama terrorista coarta las libertades de los británicos hasta límites insospechados
DANIEL DEL PINO
Público
¿Se imaginan un mapa on line en el que pudieran informar a la Policía de que han visto a un tipo sospechoso en su barrio? ¿Qué dirían si el portero de una discoteca les escanea el DNI a la entrada y coloca su foto en una pantalla que pueden ver todos los clientes? Ya puestos, ¿qué pensarían si su imagen quedara grabada en 63 cámaras de seguridad en un trayecto en metro desde su casa a un centro comercial?
No, no se trata de la última superproducción de Holywood. Así es el Reino Unido hoy en día. La sociedad británica, una de las más liberales del planeta, se ha convertido en la caja de experimentos orwellianos del Gobierno laborista durante la última década. Una población que cada vez tiene menos libertades y está sometida al espionaje, la observación y al almacenamiento sistemático de sus datos más íntimos, por miedo a un posible ataque terrorista.
Los atentados del 7 de julio de 2005 en Londres, en los que murieron 56 personas y más de 700 resultaron heridas, marcaron un antes y un después en la vida ordinaria de los británicos. Los servicios secretos y la Policía, bajo las directrices del Ministerio de Interior, han basado la lucha antoterrorista en dos aspectos principales: la monitorización indiscriminada y la prevención. En la teoría, lo primero hace posible el segundo principio: evitar atentados. En la práctica, estas dos cosas hacen sospechosos a todos los ciudadanos.
Prueba de ello es que desde el 11-S 1.471 personas fueron detenidas en el Reino Unido en virtud de la ley antiterrorista según datos del Ministerio de Interior. Dos tercios fueron puestos en libertad sin cargos. Del tercio restante, sólo 102 acabaron en la cárcel acusados de terrorismo.
CCTV por doquier
La parte más visible de esa monitorización son las cámaras CCTV (Circuito Cerrado de Televisión). Reino Unido se ha convertido en el país líder en videovigilancia. Según el profesor Clive Norris, del departamento de investigación criminológica de la Universidad de Sheffield, "puede haber alrededor de 4,2 millones de cámaras. Esto, es superior a cualquier otro país en el mundo, con la única excepción posible de China. Es una cámara por cada 14 ciudadanos". Las fuerzas de seguridad se aseguran así tener una imagen nítida de cada rincón del país.
Sólo China tiene más cámaras que el Reino Unido instaladas en sus calles
Para ilustrar esto sirven varios ejemplos: un autobús en Londres tiene instaladas diez cámaras de seguridad; en Oxford Street, una de las calles emblemáticas de la capital británica, Público llegó a contar 106 cámaras en menos de dos kilómetros; y en un trayecto desde la estación de Bethnal Green hasta el nuevo centro comercial de White City, cualquier persona puede ser grabada por otras 63. Si el trayecto es de ida y vuelta, en una tarde de compras habríamos pasado por delante de casi 130 objetivos.
Perros cámara
La obsesión por la imagen alcanza límites insospechados. El ayuntamiento de Wyre, en Lancashire, en el noroeste de Inglaterra, incorporó cámaras en sus perros policías para grabar y multar a las personas que no recogieran los excrementos de sus canes. Además, la última generación de cámaras incorpora un software capaz de detectar un delito por la posición corporal de las personas . Las destinadas al tráfico están diseñadas para almacenar las matrículas de los coches.
Todas estas grabaciones van a sus respectivas bases de datos y esta es la parte menos visible de la monitorización. El Gobierno almacena datos privados de todo tipo. Gracias a la política del formulario, cualquier ayuntamiento de Londres sabrá si su habitante X es homosexual o heterosexual porque al pedir un cubo de basura debe proporcionar esa información. La Policía sabrá que la persona Z estuvo anoche tomando una cerveza en un club del centro porque a la entrada, el portero escaneó su permiso de conducir.
Monitorización de la vida cotidiana
El problema derivado no es ya el asalto a la intimidad, sino que por un error humano, esas bases vayan a parar a las manos incorrectas. En Noviembre de 2007, el Ministerio de Trabajo y Pensiones perdió los datos de 25 millones de británicos. Según un informe, la Oficina de Información detectó 319 casos de pérdida de datos confidenciales en el último año. Hasta los diputados británicos han sufrido en sus propias carnes este mismo año los efectos de su política. El diario The Daily Telegraph publicó tras una filtración las cuentas de gasto de la Cámara de los Comunes, provocando el mayor maremoto político que se recuerda en más de un siglo.
Todo esto desmonta la teoría de aquellos que son favorables a la vigilancia de cualquier aspecto de la vida. La frase recurrente es si no haces nada malo, no tienes de qué preocuparte. Pero aquí entra en escena la segunda parte de la estrategia antiterrorista: la prevención. Aparte de que la ley antiterrorista permite a los servicios secretos interceptar cualquier llamada o correo electrónico, la decisión de quién es susceptible de tramar un atentado o no ha recaído directamente en las personas de a pie.
Este año, la Policía Metropolitana de Londres puso a disposición de los usuarios de Internet una nueva herramienta de denuncia: el mapa de la delincuencia on line. Cualquier ciudadano, con un sólo clic, puede alertar a los agentes de la presencia de una persona sospechosa en su barrio. Un método para luchar contra la delincuencia todavía más subjetivo si cabe que el software de reconocimiento gestual que llevan incorporado las cámaras.
Prevención crónica
En una revisión de la política antiterrorista, el Ministerio de Interior lanzó una campaña por todo el Reino Unido el pasado mes de marzo con el eslogan: "No confíes en nadie. Si ves o escuchas algo sospechoso, comunícalo a la Policía". Dentro de esa estrategia mejorada, el primer ministro, Gordon Brown, anunció que las fuerzas de seguridad estaban entrenando a cientos de miles de empleados de aeropuertos, centros comerciales y pequeños comercios en la detección de posibles terroristas y en cómo deben actuar ante un hipotético atentado.
La Cámara de los Lores avisó en abril de que el aumento de la videovigilancia podría suponer la violación de la libertad de las persoans
Un mes antes, la Cámara de los Lores dio un toque de atención al Gobierno. En su informe, Vigilancia: ciudadanos y Estado, avisan de que "el gran aumento de la videovigilancia y el almacenamiento de datos por el Estado y otras organizaciones corre el riesgo de terminar con la privacidad y la libertad individual tan necesarias para la democracia".
El filósofo británico Jeremy Bentham (1748-1832) gastó su dinero y su tiempo en diseñar un modelo de cárcel circular en cuyo centro se situaba una torre de vigilancia. Desde ella, un guarda podía tener de un vistazo una panorámica visual de todas las celdas y sus ocupantes. Lo llamó Panopticon. Más de un siglo y medio después, el Gobierno británico ha hecho del país su cárcel, y de la política antiterrorista su torre de vigilancia.
No, no se trata de la última superproducción de Holywood. Así es el Reino Unido hoy en día. La sociedad británica, una de las más liberales del planeta, se ha convertido en la caja de experimentos orwellianos del Gobierno laborista durante la última década. Una población que cada vez tiene menos libertades y está sometida al espionaje, la observación y al almacenamiento sistemático de sus datos más íntimos, por miedo a un posible ataque terrorista.
Los atentados del 7 de julio de 2005 en Londres, en los que murieron 56 personas y más de 700 resultaron heridas, marcaron un antes y un después en la vida ordinaria de los británicos. Los servicios secretos y la Policía, bajo las directrices del Ministerio de Interior, han basado la lucha antoterrorista en dos aspectos principales: la monitorización indiscriminada y la prevención. En la teoría, lo primero hace posible el segundo principio: evitar atentados. En la práctica, estas dos cosas hacen sospechosos a todos los ciudadanos.
Prueba de ello es que desde el 11-S 1.471 personas fueron detenidas en el Reino Unido en virtud de la ley antiterrorista según datos del Ministerio de Interior. Dos tercios fueron puestos en libertad sin cargos. Del tercio restante, sólo 102 acabaron en la cárcel acusados de terrorismo.
CCTV por doquier
La parte más visible de esa monitorización son las cámaras CCTV (Circuito Cerrado de Televisión). Reino Unido se ha convertido en el país líder en videovigilancia. Según el profesor Clive Norris, del departamento de investigación criminológica de la Universidad de Sheffield, "puede haber alrededor de 4,2 millones de cámaras. Esto, es superior a cualquier otro país en el mundo, con la única excepción posible de China. Es una cámara por cada 14 ciudadanos". Las fuerzas de seguridad se aseguran así tener una imagen nítida de cada rincón del país.
Sólo China tiene más cámaras que el Reino Unido instaladas en sus calles
Para ilustrar esto sirven varios ejemplos: un autobús en Londres tiene instaladas diez cámaras de seguridad; en Oxford Street, una de las calles emblemáticas de la capital británica, Público llegó a contar 106 cámaras en menos de dos kilómetros; y en un trayecto desde la estación de Bethnal Green hasta el nuevo centro comercial de White City, cualquier persona puede ser grabada por otras 63. Si el trayecto es de ida y vuelta, en una tarde de compras habríamos pasado por delante de casi 130 objetivos.
Perros cámara
La obsesión por la imagen alcanza límites insospechados. El ayuntamiento de Wyre, en Lancashire, en el noroeste de Inglaterra, incorporó cámaras en sus perros policías para grabar y multar a las personas que no recogieran los excrementos de sus canes. Además, la última generación de cámaras incorpora un software capaz de detectar un delito por la posición corporal de las personas . Las destinadas al tráfico están diseñadas para almacenar las matrículas de los coches.
Todas estas grabaciones van a sus respectivas bases de datos y esta es la parte menos visible de la monitorización. El Gobierno almacena datos privados de todo tipo. Gracias a la política del formulario, cualquier ayuntamiento de Londres sabrá si su habitante X es homosexual o heterosexual porque al pedir un cubo de basura debe proporcionar esa información. La Policía sabrá que la persona Z estuvo anoche tomando una cerveza en un club del centro porque a la entrada, el portero escaneó su permiso de conducir.
Monitorización de la vida cotidiana
El problema derivado no es ya el asalto a la intimidad, sino que por un error humano, esas bases vayan a parar a las manos incorrectas. En Noviembre de 2007, el Ministerio de Trabajo y Pensiones perdió los datos de 25 millones de británicos. Según un informe, la Oficina de Información detectó 319 casos de pérdida de datos confidenciales en el último año. Hasta los diputados británicos han sufrido en sus propias carnes este mismo año los efectos de su política. El diario The Daily Telegraph publicó tras una filtración las cuentas de gasto de la Cámara de los Comunes, provocando el mayor maremoto político que se recuerda en más de un siglo.
Todo esto desmonta la teoría de aquellos que son favorables a la vigilancia de cualquier aspecto de la vida. La frase recurrente es si no haces nada malo, no tienes de qué preocuparte. Pero aquí entra en escena la segunda parte de la estrategia antiterrorista: la prevención. Aparte de que la ley antiterrorista permite a los servicios secretos interceptar cualquier llamada o correo electrónico, la decisión de quién es susceptible de tramar un atentado o no ha recaído directamente en las personas de a pie.
Este año, la Policía Metropolitana de Londres puso a disposición de los usuarios de Internet una nueva herramienta de denuncia: el mapa de la delincuencia on line. Cualquier ciudadano, con un sólo clic, puede alertar a los agentes de la presencia de una persona sospechosa en su barrio. Un método para luchar contra la delincuencia todavía más subjetivo si cabe que el software de reconocimiento gestual que llevan incorporado las cámaras.
Prevención crónica
En una revisión de la política antiterrorista, el Ministerio de Interior lanzó una campaña por todo el Reino Unido el pasado mes de marzo con el eslogan: "No confíes en nadie. Si ves o escuchas algo sospechoso, comunícalo a la Policía". Dentro de esa estrategia mejorada, el primer ministro, Gordon Brown, anunció que las fuerzas de seguridad estaban entrenando a cientos de miles de empleados de aeropuertos, centros comerciales y pequeños comercios en la detección de posibles terroristas y en cómo deben actuar ante un hipotético atentado.
La Cámara de los Lores avisó en abril de que el aumento de la videovigilancia podría suponer la violación de la libertad de las persoans
Un mes antes, la Cámara de los Lores dio un toque de atención al Gobierno. En su informe, Vigilancia: ciudadanos y Estado, avisan de que "el gran aumento de la videovigilancia y el almacenamiento de datos por el Estado y otras organizaciones corre el riesgo de terminar con la privacidad y la libertad individual tan necesarias para la democracia".
El filósofo británico Jeremy Bentham (1748-1832) gastó su dinero y su tiempo en diseñar un modelo de cárcel circular en cuyo centro se situaba una torre de vigilancia. Desde ella, un guarda podía tener de un vistazo una panorámica visual de todas las celdas y sus ocupantes. Lo llamó Panopticon. Más de un siglo y medio después, el Gobierno británico ha hecho del país su cárcel, y de la política antiterrorista su torre de vigilancia.