Glory to the Filmmaker! Kitano año uno


SERGIO VARGAS
Miradas de cine




Tal vez lo normal sería comenzar hablando de la nefasta distribución cinematográfica de nuestro país, que no permite que películas como esta (producida en 2007, y dirigida por un director conocido y reconocido como Takeshi Kitano), llegue a nuestras salas hasta bien entrado el 2009 (por la puerta pequeña y sin avisar) y cuando el director ya dirigió otra en 2008 —Achilles to Kame, también pendiente de estreno por aquí— y está a su vez rodando una nueva, pero sería repetirse porque esta situación no es ninguna novedad —ya ocurrió con su anterior Takeshis’ (2005), por ejemplo—, y no sería normal empezar por lo normal en una película tan poco normal como Glory to the Filmmaker!

Y repetirse es precisamente lo que le ocurría a Kitano, o lo que él creía que le ocurría y no quería que le ocurriese al rodar esta película. Si tras Takeshis’ —donde de forma autoparódica completó una lúcida reflexión sobre la creación de su universo personal en un intento de destrucción del mismo—, dijo en varias declaraciones que la finalización de aquella supondría un reinicio en su trayectoria y que nos olvidásemos del Kitano al que conocíamos porque aunque no sabía lo que vendría después, sería otra cosa, parece que se precipitó en sus palabras pues todavía le quedaba algún que otro demonio por exorcizar en su interior. Quizá vio que no era tan sencillo hacer borrón y cuenta nueva, empezar a hacer algo completamente distinto y puede que a pesar de todo, sea eso precisamente lo que ha conseguido con esta nueva obra.

Una voz en off (presumiblemente su alter ego de cartón piedra, el muñeco que le acompaña en la primera parte del film, y que le sustituirá puntual y estratégicamente en la segunda) comienza narrando las dificultades de Kitano para encontrar su sitio en el mercado cinematográfico, insultándole por dejar de hacer películas de yakuzas, que son las que le han aportado más éxito comercial, y narrando sus intentos fallidos de realizar nuevas películas emulando el estilo de Ozu, o abordando la comedia romántica, los melodramas ambientados en los cincuenta de su adorada infancia, los jidai geki, o incluso el terror, el género más exitoso del cine japonés actual. Todo esto ejemplificado con metraje de las películas que por diversas razones van fracasando una tras otra. Entre proyecto y proyecto, un Kitano apático se pasea por la ciudad con el muñeco a cuestas, un símbolo del peso que tiene que arrastrar de su filmografía anterior y del que no puede liberarse. Esta apatía del director japonés permite precisamente que al intercambiarse con su doble no notemos apenas diferencia (el actor-director apenas abre la boca hasta el desenlace), y además se pueda librar de unos cuantos golpes.

Porque resulta que, después de todo, a los cuarenta minutos de iniciada Glory to the Filmmaker! comienza la película que Kitano estaba deseando hacer. Lo que parece será una ciencia-ficción preapocalíptica se transforma de repente en una comedia slapstick como aquella que ya hizo en 1995 titulada Getting Any!. Una hora de humor que encuentra la gracia en el absurdo y que puede divertir o avergonzar dependiendo del espectador con el que se tope. Para el que esto suscribe tiene momentos cómicos gloriosos como la pelea de wrestling en el restaurante de ramen o el homenaje a cierto futbolista francés. Y así es como Kitano se libera de las ataduras de su pasado, siendo perfectamente consciente de que está haciendo lo que le da la real gana, pecando tal vez de remarcarlo en exceso (las protagonistas se preguntan si viajan en un tren o en un autobús, después de dos planos donde cambian de transporte como si de un fallo de raccord se tratase; o cuando aparecen con las ropas cambiadas, la hija como la madre y viceversa) Concluyen que el culpable de todo es Kitano, y por ello (el muñeco) se lleva sus buenos golpes en la cabeza. Este exceso de autocomplacencia que sumerge la realidad autorreferencial con la ficción que está intentando construir es lo más interesante en Glory to the Filmmaker!, y no impide disfrutar del regreso de un “Beat” Takeshi (Kitano actor) menos interpretativo que nunca, lo que tampoco es decir mucho, y de un Takeshi Kitano (Kitano director) renacido.

El visionado de Achilles to Kame, presentada en Venecia el año pasado, confirma que si bien sigue siendo reconocible su firma detrás de cada uno de los planos, el realizador de El verano de Kikujiro se encuentra en una nueva etapa. ¡Banzai!


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