BLANCA VÁZQUEZ
La RépublicaCultural
Está claro que a estas alturas de su bibliografía John Le Carré, cuyo verdadero nombre es David John Moore Cornwell, ostenta un estilo muy personalizado, podríamos aventurarnos a etiquetarlo como un estilo lecarreriano, enmarcado en un género permutado con el que ha alimentado 23 novelas en 48 años de escritura-oficio, lo que hacen un buen puñado cada década, con las características y particularidades sociopolíticas propias de las mismas. Allá donde comenzó en sus primeras novelas con un humor sardónico entremezclado con el policíaco más puro, acabó deviniendo en atmosfera de espías, dobles agentes, topos, aristócratas y elegantes sujetos del Servicio Secreto Británico que se mueven alrededor del globo. Famoso a raíz de sus historias con el telón de acero y la guerra fría de fondo de armario, Le Carré ha sabido renovar sus denuncias conforme a lo cambios sociológicos y políticos habidos en su larga carrera literaria. Muchos y variados, espías y contraespías para todos los paladares.
Su personaje clave, el agente Smiley, a quién hizo trabajar en varias novelas, de las que hablaré en un random posterior a esta reseña, refleja el Le Carré más dubitativo y reflexivo, además de complejo para inscribirse, por qué no?, en la carrera de los best-sellers. Premiado únicamente por su novela estrella, “El espía que llegó del frío”, el seguimientos de sus fans (entre los que me cuento) a lo largo de tantos años sea, tal vez, el mejor premio. Considerado casi subversivo por sus denuncias y tramas, entretenidas por demás, disertadas y desarrolladas al mínimo detalle, llega al final de la primera década del nuevo siglo con una estupenda novela, El hombre más buscado, (The Most Wanted Man, 2009), que enfoca la problemática de las desorbitadas e injustas leyes antiterroristas promulgadas a raíz del 11S y los atentados de Madrid y Londres. Escrita con cierto toque de ira, algo que Le Carré apunta en más de una entrevista, dota de cuerpo su trazo fino, dibujando alma y dudas a sus personajes, haciéndolos humanos y sorprendidos, funcionarios o tiernos pidiendo una segunda oportunidad. Consigue cerrar sin cerrar una de sus mejores tramas, con el irresoluble asunto Rusia-Chechenia como telón de fondo, y el siniestro affair de militares rusos y banqueros suizos.
En los años setenta fueron el aristocrático Servicio Secreto Británico, el triángulo amoroso, los topos descubiertos, Extremo Oriente, para seguir en los ochenta con el Mossad y el terrorismo palestino, el espionaje y contraespionaje en la Perestroika; en los noventa el contrabando de armas con la 1ª Guerra del golfo de marco, o el comportamiento de la política exterior norteamericana en Latinoamérica con sastres como señuelos o bufetes de abogados conectados con la mafia rusa, década realmente productiva los años noventa, a la que no parece que la primera década del nuevo siglo tenga nada que envidiar, visto el camino que este ex profesor y espía, que perteneció en los años sesenta al cuerpo diplomático inglés en Bonn, ha emprendido. Y así ha explorado África por dos veces, denunciando la falta de ética de las farmacéuticas y el expolio desde fuera y dentro a que es sometido este continente. Ha vuelto a rememorar las utopías políticas de los sesenta con viejos y buenos amigos y vuelve ahora con un tema de la más absoluta actualidad, la inmigración ilegal y la nefasta herencia de Bush (cowboy) Junior, la patológica guerra contra el terror.
Este escritor que odia el teléfono, no se da la importancia que le dan sus lectores globales, y se sorprende de la atención de guru que despierta su ficción, tiene el don de hacer que leamos con ávida rapidez sus historias, porque las escenifica, construye e imagina (apoyadas con una buena base documental) con tal ímpetu aventurero y adrenalítico que vivimos angustiadamente la película que se despliega en la gran pantalla de nuestra mente. Tiene el don, este hombre, de movilizar los resortes adecuados para que sus best-seller contengan algo más que papilla ya digerida, y a un tiempo que nos hace meditar las reflexiones que plantea, nos eleva por los aires haciéndonos desaparecer del entorno que nos rodea, para introducirnos en su ficción y vivirla casi. Lo ha hecho en las anteriores, y lo vuelve a hacer en El hombre más buscado. Hamburgo, la segunda ciudad más grande de Alemania, con el segundo puerto más importante de Europa; Un emigrante ilegal, musulmán Checheno para más complicación personal en los tiempos que corren; Una abogada alemana, una de esas ilusas que aún quieren ayudar a los desheredados; Un banquero inglés heredero de un banco suizo establecido en Hamburgo y unas cuentas especiales; Un ambicioso miembro del Comité Conjunto de Berlín, perteneciente a la inteligencia alemana, decidido a luchar contra el terrorismo islámico, con nuevas reglas y con informadores utilizados con astucia de espía del siglo XXI; La Inteligencia británica y americana queriendo su codiciado trozo de pastel en la lucha antiterrorista global; Un intelectual islámista, maestro, buen hombre, mejor musulmán. Sobre todos ello planea un cinco por ciento de maldad: “Pero, a ver, ¿quién no es un cinco por ciento malo?, se preguntó Brue mientras, acompañados por toda la familia, recorrían un estrecho pasillo. ¿Brue Frères, con sus inversiones arriesgadas, sus clientes arriesgados y sus Lipizzaner? ¿Más algún que otro abuso de información privilegiada cuando podemos salir impunes?...”. He aquí la gran paradoja de Le Carré en las esquinas de su aventura de informadores y espías, ilegales y banqueros, donde está la compasión, la humanidad, la ética, la moral, el cumplimiento de las promesas, nada importa para los objetivos de la Agencia de la Central de Inteligencia…
En su habitual estructura de escenas y personajes presentados en capítulos alternos, todo el conjunto se visualiza como ventanas abiertas en una pantalla de ordenador que vamos pinchando a medida que la trama va dirigiendo a los personajes al punto culminante. Escrita con la rabia de la crisis política y ética que arrastramos desde hace años, El hombre más buscado, tiene un punto altermundista y más subversivo aún que la anterior La canción de los misioneros, acercándose más bien a la ira de El jardinero fiel.
Su personaje clave, el agente Smiley, a quién hizo trabajar en varias novelas, de las que hablaré en un random posterior a esta reseña, refleja el Le Carré más dubitativo y reflexivo, además de complejo para inscribirse, por qué no?, en la carrera de los best-sellers. Premiado únicamente por su novela estrella, “El espía que llegó del frío”, el seguimientos de sus fans (entre los que me cuento) a lo largo de tantos años sea, tal vez, el mejor premio. Considerado casi subversivo por sus denuncias y tramas, entretenidas por demás, disertadas y desarrolladas al mínimo detalle, llega al final de la primera década del nuevo siglo con una estupenda novela, El hombre más buscado, (The Most Wanted Man, 2009), que enfoca la problemática de las desorbitadas e injustas leyes antiterroristas promulgadas a raíz del 11S y los atentados de Madrid y Londres. Escrita con cierto toque de ira, algo que Le Carré apunta en más de una entrevista, dota de cuerpo su trazo fino, dibujando alma y dudas a sus personajes, haciéndolos humanos y sorprendidos, funcionarios o tiernos pidiendo una segunda oportunidad. Consigue cerrar sin cerrar una de sus mejores tramas, con el irresoluble asunto Rusia-Chechenia como telón de fondo, y el siniestro affair de militares rusos y banqueros suizos.
En los años setenta fueron el aristocrático Servicio Secreto Británico, el triángulo amoroso, los topos descubiertos, Extremo Oriente, para seguir en los ochenta con el Mossad y el terrorismo palestino, el espionaje y contraespionaje en la Perestroika; en los noventa el contrabando de armas con la 1ª Guerra del golfo de marco, o el comportamiento de la política exterior norteamericana en Latinoamérica con sastres como señuelos o bufetes de abogados conectados con la mafia rusa, década realmente productiva los años noventa, a la que no parece que la primera década del nuevo siglo tenga nada que envidiar, visto el camino que este ex profesor y espía, que perteneció en los años sesenta al cuerpo diplomático inglés en Bonn, ha emprendido. Y así ha explorado África por dos veces, denunciando la falta de ética de las farmacéuticas y el expolio desde fuera y dentro a que es sometido este continente. Ha vuelto a rememorar las utopías políticas de los sesenta con viejos y buenos amigos y vuelve ahora con un tema de la más absoluta actualidad, la inmigración ilegal y la nefasta herencia de Bush (cowboy) Junior, la patológica guerra contra el terror.
Este escritor que odia el teléfono, no se da la importancia que le dan sus lectores globales, y se sorprende de la atención de guru que despierta su ficción, tiene el don de hacer que leamos con ávida rapidez sus historias, porque las escenifica, construye e imagina (apoyadas con una buena base documental) con tal ímpetu aventurero y adrenalítico que vivimos angustiadamente la película que se despliega en la gran pantalla de nuestra mente. Tiene el don, este hombre, de movilizar los resortes adecuados para que sus best-seller contengan algo más que papilla ya digerida, y a un tiempo que nos hace meditar las reflexiones que plantea, nos eleva por los aires haciéndonos desaparecer del entorno que nos rodea, para introducirnos en su ficción y vivirla casi. Lo ha hecho en las anteriores, y lo vuelve a hacer en El hombre más buscado. Hamburgo, la segunda ciudad más grande de Alemania, con el segundo puerto más importante de Europa; Un emigrante ilegal, musulmán Checheno para más complicación personal en los tiempos que corren; Una abogada alemana, una de esas ilusas que aún quieren ayudar a los desheredados; Un banquero inglés heredero de un banco suizo establecido en Hamburgo y unas cuentas especiales; Un ambicioso miembro del Comité Conjunto de Berlín, perteneciente a la inteligencia alemana, decidido a luchar contra el terrorismo islámico, con nuevas reglas y con informadores utilizados con astucia de espía del siglo XXI; La Inteligencia británica y americana queriendo su codiciado trozo de pastel en la lucha antiterrorista global; Un intelectual islámista, maestro, buen hombre, mejor musulmán. Sobre todos ello planea un cinco por ciento de maldad: “Pero, a ver, ¿quién no es un cinco por ciento malo?, se preguntó Brue mientras, acompañados por toda la familia, recorrían un estrecho pasillo. ¿Brue Frères, con sus inversiones arriesgadas, sus clientes arriesgados y sus Lipizzaner? ¿Más algún que otro abuso de información privilegiada cuando podemos salir impunes?...”. He aquí la gran paradoja de Le Carré en las esquinas de su aventura de informadores y espías, ilegales y banqueros, donde está la compasión, la humanidad, la ética, la moral, el cumplimiento de las promesas, nada importa para los objetivos de la Agencia de la Central de Inteligencia…
En su habitual estructura de escenas y personajes presentados en capítulos alternos, todo el conjunto se visualiza como ventanas abiertas en una pantalla de ordenador que vamos pinchando a medida que la trama va dirigiendo a los personajes al punto culminante. Escrita con la rabia de la crisis política y ética que arrastramos desde hace años, El hombre más buscado, tiene un punto altermundista y más subversivo aún que la anterior La canción de los misioneros, acercándose más bien a la ira de El jardinero fiel.