Errol Flynn, truhán indomable


Antes de ser actor, desempeñó toda clase de oficios bizarros. Sus filmes a las órdenes de Michael Curtiz catapultaron su fama. El opio, el alcohol y las mujeres eran sus pecados favoritos. Falleció a los 50 años, envejecido por los excesos de su vida vertiginosa


FRAN CASILLAS
El Mundo




El hombre es el hazmerreír del reino animal por ser la única criatura que tropieza dos veces con la misma piedra. Pero nadie se burlaba de las mujeres por sucumbir en infinitas ocasiones a los encantos de Errol Flynn, un bohemio con alma de gamberro que afrontaba todos y cada uno de los vicios terrenales como un reto de superación personal.

Este miércoles se cumplen 50 años de la muerte del actor, famoso en el cine por sus filmes de espadachines y en la vida real, para qué negarlo, por el estilete que refugiaba en su pernera.

Flynn nació en Tasmania. Y era un diablo. Desde pequeño atraía problemas cual imán y fue expulsado de una retahíla de colegios. En plena adolescencia, demostrado que las aulas no eran su hábitat natural, la fiera Flynn se lanzó a buscar oro. Sin embargo, lo único que encontró fue una sucesión de trabajos a cada cual más bizarro.

Hay pocas pruebas que verifiquen la información ofrecida por un bocachancla vocacional como era Flynn. Pero él presumía de un currículo que incluía tareas como policía, cazarrecompensas, capitán de barco, mercenario, pescador, mamporrero... Aseguraba incluso que había sido castrador de carneros.

Quién sabe, quizá robar la virilidad de los pobres 'animalicos' era su fuente de hombría eterna. Era cuestión de tiempo que aquel torrente de feromonas se desparramase sobre el celuloide. Perseguido por la Justicia y por maridos de cornamenta recién florecida, Flynn emigró a Inglaterra y probó fortuna en el séptimo arte. Hollywood tardó lo que dura un suspiro en convertirle en una estrella.

Actor fetiche de Michael Curtiz y Raoul Walsh

Flynn fue uno de los actores fetiche de un director emblemático como Raoul Walsh, para quien protagonizó 'Murieron con las botas puestas', 'Objetivo: Birmania' o 'Río de plata'.

Aún más prolífica fue su alianza con otro cineasta legendario como Michael Curtiz, a cuyas órdenes debutó en 'El Capitán Blood'. Con Olivia de Havilland encarnando casi siempre a su enamorada, Flynn firmaría bajo la batuta de Curtiz una decena de largometrajes entre los que brilla con luz propia 'Robin de los bosques'.

Gracias a su atractivo físico y su complexión atlética, Flynn dejó su impronta en películas de aventuras, bélicas, de piratas o de vaqueros. Filmes de acción impregnados de cierto romanticismo donde él siempre interpretaba al irresistible bribón, al mujeriego bravucón tan hábil en el manejo de las armas como venciendo la resistencia del corsé.

Aquellos personajes le consagraban como un favorito del público, pero jamás fue tomado en serio por la crítica ni por los estudios, que no confiaban en él para los papeles importantes que conducen al Oscar. Flynn se veía perjudicado por los excesos en su vida privada, notorios en la prensa y dañinos para su reputación.

"La gente siempre ha esperado de mí que me comportase como un playboy, y un chaval decente nunca decepciona a su público", afirmó en una ocasión Flynn, amante según sus propias palabras del "whiskey viejo y las mujeres jóvenes".

Desenlace prematuro a una vida vertiginosa

El alcohol era el combustible de Flynn. Se cuenta que cuando le prohibieron beber vodka en los rodajes, inyectaba el líquido en naranjas que se comía durante los descansos.

El sexo sería otro de sus pecados predilectos, y a punto estuvo de arruinarle la vida cuando dos chicas le denunciaron por haberse acostado con ellas cuando eran menores de edad. Flynn fue absuelto y el susto, lejos de amedrentarle, redobló su voracidad erótica. En la cafetería del juzgado conoció a la segunda de sus tres esposas.

"Las mujeres no me dejan permanecer soltero, y yo no me permito seguir casado", comentó Flynn justificando sus impenitentes devaneos sentimentales. Para lo que no tenía réplica era para su adicción al opio. Aquella droga, circulando por el torrente de alcohol que recorría sus venas, acabó prematuramente con la vida de Flynn.

El actor sólo tenía 50 años cuando un infarto detuvo los latidos de su corazón. El examen post mórtem reveló que había castigado tanto su cuerpo que sus órganos vitales parecían los de un anciano. "Interpreto mi propia vida como si fuese un maldito guión", solía decir Flynn. Y cumplió su amenaza de firmar un desenlace temprano a su existencia hedonista y trepidante.