El último revolucionario


Un filme redescubre a Cipriano Mera, el cenetista que batió a Mussolini en el 36


CARLOS PRIETO
Público




¡Más maletas, es la guerra! Quien pensara que el fotógrafo Agustí Centelles, protagonista de la controversia cultural de la semana, era la única persona que huyó de España en 1939 portando una maleta codiciada por todos se equivocaba. El cenetista Cipriano Mera manejó hasta dos maletas de contenido explosivo, como se cuenta en el documental de Valentí Figueres Vivir de pie. Las guerras de Cipriano Mera, que se estrenó el viernes.

La mejor manera de comprender el mito de Cipriano Mera, el albañil anarquista que llegó a comandar la 14ª división del Ejército republicano durante la contienda, es desvelar el contenido de estos dos bultos. El primero llegó a sus manos tras batir a las tropas de Mussolini en la Batalla de Guadalajara (marzo de 1937). Era del general italiano Annibale Bergonzoli. En su interior había "fotos del militar vestido con ropa interior femenina", explica Figueres. No sabemos qué se le pasó por la cabeza a Mera cuando vio a su enemigo en el campo de batalla travestido, pero sí que ordenó quemar las fotos y se quedó con la maleta italiana.

Dos años después, durante los caóticos días de la caída de Madrid, tuvo la oportunidad de cambiar la maleta de Bergonzoli por otra repleta de dinero y joyas. Pero no lo hizo (aunque, como veremos, algunos pensaron que sí se quedó la pasta). Envió la bolsa del tesoro al Banco de España con la siguiente nota: "De parte de Cipriano Mera". No sería la última vez que este hombre salido de la miseria de pequeño compartió cama con sus ocho hermanos, aprendió a leer y a escribir a los 23 años y practicó la acción directa contra la dictadura de Primo de Rivera y los pistoleros de la patronal demostraría su condición de persona recta e íntegra hasta el final.

Dando tumbos por el mundo

Mera partió entonces al exilio africano: tres años de prisiones, fugas y campos de concentración en los territorios franceses del Norte de África. Por si no tuviera suficiente con haber perdido la guerra, sus problemas se agudizaron debido a un equívoco. Circulaban por ahí todo tipo de leyendas sobre las fabulosas cantidades de dinero que habían sacado de España los jefes vencidos del Ejército republicano. Tanto las autoridades francesas en Casablanca como los espías franquistas y algún que otro refugiado estalinista creían que Mera escondía en su maleta el oro suficiente para montar una guerrilla anarquista para luchar contra Franco. Entre todos ellos le hicieron la vida imposible. A Mera toda esta situación le puso de los nervios. "Repugnante es que los hombres tengan que huir de los hombres para poder vivir", escribió en su diario mientras vagaba por los desiertos marroquíes.

Finalmente fue trasladado a una cárcel española, donde penó tres años hasta que, en un intento de las autoridades por lavar su imagen exterior, le concedieron el indulto. Pero Mera erre que erre: el día de su liberación le espetó a su carcelero una de las sentencias más demoledoras sobre la España de los años cuarenta: "No pedí el indulto, sólo me sacan a un patio más amplio que el de esta prisión".

El abuelo rebelde

En esa época, enterró su maleta bajo su casa, en el barrio de Tetuán de las Victorias, a salvo de las redadas de la Policía franquista. Nadie parecía saber nada de su paradero hasta hace unos meses, cuando el equipo de rodaje de Figueres la encontró por casualidad, olvidada en la casa de la viuda del hijo de Mera, Floreal, en la periferia parisina. "No dimos crédito. Allí estaban los partes de guerra de su cuerpo del Ejército y otros manuscritos", rememora el cineasta.

Pero lo más sorprendente estaba por llegar: Figueres tuvo que explicar a los nietos de Mera, que no hablaban una sola palabra de español, quién era en realidad su abuelo. "No tenían ni idea ni de su militancia sindical, ni de su activa participación en la Guerra Civil. Ninguno había leído las memorias que publicó Ruedo Ibérico", cuenta el cineasta aludiendo a Guerra, exilio y cárcel de un anarcosindicalista, editado por la mítica editorial antifranquista afincada en Francia en 1974.

Tan sólo una de sus nietas recordaba que el abuelo había desaparecido misteriosamente de casa durante algunas jornadas del mes de mayo de 1968. "Nos preguntábamos donde estaría", cuenta en el filme. Muy fácil: el abuelo estaba tirando abajo un muro. "Esta es una película sobre un albañil y tres grietas", explica Figueres. "La primera grieta se produjo tras la Revolución Rusa de 1917, que dio alas a aquellos que como Mera ansiaban la revolución social. La segunda el 19 de julio de 1936, cuando el pueblo se alzó en armas y se inició el corto verano de la anarquía".

La tercera grieta se abrió durante el mayo francés. "Desde 1936, Mera no había vuelto a ver esa energía que hace tambalearse al mundo", cuenta el documental. Tras sufrir un exilio doloroso (detenciones, cárceles, expulsión traumática de la CNT por enfrentarse a la dirigencia exiliada en Francia), Mera se llevó la gran alegría de sus últimos años de vida viajando en bicicleta (libre de equipaje) por las barricadas parisinas. Justicia poética, lo llaman.