"La generación de Irak acabará explotando de ira"


Andrew Sean Greer. Novelista. Publica 'Historia de un matrimonio', retrato de la descomposición de una pareja, ambientado en unos años cincuenta marcados por el miedo, el racismo y la Guerra Fría


ÁLEX VICENTE
Público




Los hombres luchaban en Corea mientras sus mujeres se ahogaban en la desolación de los suburbios residenciales: así fueron los años cincuenta en EEUU. Las esposas decentes bebían gaseosa y las orejas de Mickey se convertían en el tocado nacional. Los electrodomésticos se multiplicaban mientras el país marchaba al ritmo del consumismo desenfrenado. La amenaza nuclear sobrevolaba, la segregación racial hacía estragos y la revolución sexual aguardaba a la vuelta de la esquina.

Este es el paisaje descrito por Andrew Sean Greer (Washington D.C., 1970) en su tercera novela, Historia de un matrimonio (Salamandra), retrato de una pareja en descomposición con regusto a melodrama a lo Douglas Sirk. Un relato lleno de sorpresas en el que toca asuntos tan espinosos entonces como el adulterio, el racismo y la homosexualidad.

¿Cómo resumir un libro con tantos giros sin revelar demasiado?

Se trata de la historia de una mujer llamada Pearlie, que recuerda su juventud como ama de casa en el San Francisco de los cincuenta. Un día, un extraño llama a su puerta para contarle un secreto sobre su marido que cambiará su existencia. Quería hablar de un momento de la historia de mi país que predetermina el estado en que nos encontramos hoy, sin olvidar problemáticas ignoradas, como la subordinación de la mujer, el antibelicismo o la situación de los afroamericanos y los homosexuales.

¿No temía que fueran demasiados conflictos para una sola novela?

Sí. Tenía mucho miedo de abrumar al lector con esta acumulación, pero todavía más de ser un cobarde y ofrecer una imagen idealizada de una década que fue todo menos ideal.

Juega tanto con las expectativas del lector que se diría que tiene alma de sádico.

Soy un escritor bastante juguetón. No sé si sabe que los críticos británicos han odiado mi libro. Dicen que los escritores no deberían ser tan manipuladores como yo y que se trata de un libro malvado. ¡Me encanta!

Triunfan Mad Men y Revolutionary Road. ¿Por qué vuelven los cincuenta y los primeros sesenta?

Quizás porque se parecen mucho a la década actual. Piense en el sentimiento de ansiedad y conformismo que sucedió al 11-S: es idéntico al de los años cincuenta. Ha sido una década dura, sobre todo tras la reelección de Bush. No suelo defender demasiado a Obama, porque soy mucho más de izquierdas que él, pero la situación ha mejorado mucho. Hasta ahora, me sentía extranjero en mi país. Vuelvo a sentirme estadounidense.

Si esta década se parece a los cincuenta, ¿la siguiente se parecerá a los sesenta?

Esa es mi teoría. Todos esos jóvenes que se han pasado diez años en silencio mientras sus hermanos se iban a luchar a Irak están increíblemente enfadados. Han entendido que ser niños buenos no les ha servido de nada. Se dan cuenta de que los valores conservadores que les inculcaron eran falsos. No encuentran trabajo ni tienen perspectivas de conseguir uno. Así que estoy esperando a que exploten de ira. Aunque no tengo muy claro qué forma adoptará su revuelta. Lo que está claro es que esta revolución no será televisada, tendrá lugar en Facebook.

La generación que describe en el libro sufrió la Gran Depresión, dos guerras y el malestar de los cincuenta. ¿Por qué no estallaron?

Porque fue una generación paralizada por el miedo, prácticamente lobotomizada. La caza de brujas del senador McCarthy tuvo mucho que ver con eso. Lograron que se creyeran que la bomba atómica estaba al caer y que tenían vecinos comunistas disfrazados de americanos normales, pero programados por la Unión Soviética para asesinarlos a plena luz del día. Fueron sus hijos los que rompieron con ese silencio durante los sesenta.

La novela no sólo habla de la difícil condición de la mujer, sino también de la del hombre.

Siento una gran lástima por las mujeres de esa época, pero también una gran compasión por los hombres. Lucharon en la guerra y vieron cosas horribles, pero luego tuvieron que callárselo por virilidad. En el libro, Pearlie dice: "Qué extraño y qué triste ser hombre. Qué horror ser castigado por la vida tanto como cualquiera y no poder decir lo que sientes". Me parece la cosa más deprimente del mundo. Los hombres son entrenados para no sentir nada y para esconder su vida interior, incluso de sí mismos. Los hombres tenemos muchas ventajas en la vida, pero esta no es una de ellas.

¿Cómo lo lleva usted?

Bueno, yo soy homosexual, así que las expectativas son más bajas en lo que respecta a contener tus sentimientos [risas]. Pero, sin lugar a dudas, esta limitación siempre supone un conflicto interior para todo hombre en algún momento de su vida, sea cual sea tu orientación sexual.

¿Qué le parece el matrimonio como institución? En el libro, parece muy crítico.

Puedo parecerlo, aunque yo también me he adherido a la causa. Me casé en California, antes de que Arnold Schwarzenegger lo ilegalizara. No era un fanático del matrimonio, aunque el hecho de que tanta gente quisiera prohibirme este derecho hizo que me entraran unas ganas tremendas de cambiar de estado civil. Los escritores solemos escribir sobre cosas que desconocemos. Debe ser mi caso: pese a llevar 13 años con la misma persona, la naturaleza de las relaciones largas me sigue pareciendo un gran misterio. Supongo que necesitamos aliados en la vida. Por esos los protagonistas de mi libro están juntos, por conveniencia mutua. No es muy romántico ni es como querría vivir yo, pero sucede.

Por último, ¿puede aclarar si es verdad que a su abuela le sucedió lo que cuenta en el libro?

La historia está libremente inspirada en algo que me contó antes de morir. En mi familia, nadie la escuchaba: la consideraban una vieja loca con peluca, atea confesa en el sur de EEUU que es como ser marciano, bastante racista y muy pesada. A mi padre no le ha hecho ninguna gracia que airee los secretos familiares. Pero su historia era importante: en los cincuenta, sin dinero, sin educación y sin opciones vitales, no tuvo otra opción que hacer lo que se esperaba de ella. Fue una mujer increíblemente inteligente a quien nadie dio ninguna oportunidad por el simple hecho de haber nacido en el momento equivocado.